jueves, 11 de diciembre de 2008

Aún nos queda París

La tragedia de uno es la comedia de otro.
“En vista que no yo capaz de matarme declaro estar muerto”. Una frase que leí hace años en una pared enfrente del Malecón, en la Habana, y que tenía guardaba en la memoria, oculta entre esos cachivaches que uno va acumulando a lo largo de un vivir de vagabundo, de un eterno pata de perro. Y que hoy, en esta fría noche de diciembre, no sé porque razón salió a relucir como viejo madero que emerge de las profundidades del mar.
Mentira, sí se porque volvió a mí, ahora provista de una feroz contundencia y una sabiduría iluminadora. Porque ahora que de verdad te has ido, comprendo su terrible significado, comprendo que ha dejado de ser una bella imagen poética para convertirse en una verdad lapidatoria.
Ahora sé que he muerto y sigo vivo. Ese último domingo que pasamos juntos, cuando tú me dijiste que lo nuestro había terminado, así como empezó, de golpe y sin explicación, que ya no te buscará y que por favor, no volviera a llamarte a la medianoche por el celular y mucho menos mandarte mensajitos, me vi cayendo en una profunda tristeza, cuya magnitud apenas hoy intento asimilar para comprender cual angustiosa y vacía será mi vida sin tu voz diciéndome mi niño, sin tu inocente desnudez entregada a la orfandad de mi vida. Y no habrá mujer que pueda besar como te besaba a ti. No habrá mujer que corresponda a la furia de mis mordidas con la ternura de sus abrazos como lo hacías tú. Ya no habrá la dulce esperanza de vernos cada tiempo para calmar en tu vientre el dolor de mi desolación, tu vientre de mujer ya no mitigara el dolor de haber nacido hombre. No tendré tu sonrisa ni asombro de niña, maravillándose por la sabiduría de mi lengua. Ya no habré de estar desesperado, en el filo de la angustia de no que vendrás, mientras llegabas con media hora de retraso, sonriéndome despreocupada e inocente, con esa inocencia que alguna te dije que te iba destruir si no aprendías algo de malicia. Y frente a mis mohines de niño berrinchudo, de hombre que no ha dejado de tener siete años, me desarmabas y desalmabas con la sencilla pero contundente táctica de besarme tiernamente, con esa boca maravillosa, con esos labios que me hicieron conocer la verdadera esencia de Dios, mientras mis manos recorrían ansiosas el agua fresca de tu espalda y se perdían en lugares que se convertían en gorriones al toque de mis dedos.
Ahora quién habrá de refugiarse en mi pecho y escuchar los cuentos que inventaba para ti. Juntos y desnudos, acurrucados y terriblemente puros, lejos de la maldad y del infierno cotidiano. Y nuestras comidas en la cama, cuando ajenos del mundo, inventábamos nuestro inexpugnable refugio, lejos de cíclopes y sirenas. Solos tú y yo, mi dulce niña. Has elegido entre el amor y la conveniencia. Y yo he perdido más que una mujer, más que una niña de veintitrés años, he perdido el deseo de vivir, me he convertido en un hombre demasiado viejo para volver a intentarlo. He perdido a la única mujer porque la que moriría con los ojos cerrados.
Lo que en uno es drama en otro es melodrama. Ríe payaso canta el tenor mientras va muriendo. No hay lágrimas más amargas que las que no se lloran. Cada cual sabe el tamaño de la cruz que carga. Lo que en otros es dolor desgarrado en los demás es ridícula cursilería. Qué nos importa el dolor ajeno. Qué nos importa saber que alguien esta muriendo de amor. A nosotros solamente nos importa el dolor y la desesperación propia. A nosotros solamente nos importa el gemir y arrastrar de cadenas propias. El mundo puede irse al carajo mientras lamemos nuestras heridas y desgarramos el corazón.
Y tenlo por seguro, no voy a buscarte. Ni hare drama excesivo, sólo el necesario para espantar los buitres. Seguiré de pie, seguiré haciendo las cosas de todos los días. He borrado de mi computadora la infinidad de fotografías que te he tomado, las que no se cómo borrar ni destruir son las que se me han escondido en el fondo del corazón y rebeldes se niegan acatar las ordenes de autodestrucción, quizá porque guardan la ínfima esperanza, como yo, para qué negarlo, de que tú vas a volver, de que tú vas a comprender que el amor solamente lo tienes conmigo, patética forma de ser hombre. He desterrado de la memoria tus gestos, tus gemidos cuando te hacía el amor y mi lengua se perdía en las húmedas hendiduras de tus despeñaderos.
Vete en paz, cásate con el que ha sido tu novio mientras tú y yo nos creíamos los únicos amantes del mundo, al menos en mi ingenuidad así lo creía, los únicos poseedores de los secretos del amor. Ya ves que al final nada fue cierto. Tú te has deshecho de mí, con una facilidad asombrosa, mujer tenías que ser. Y has dejado en el olvido las promesas, los besos, las cartas, el sudor de tu cuerpo bajo mi cuerpo. Vete en paz Sara, en el amor no se ruega, sólo se ama. Y tú no me amas, si lo hicieras no me abandonarías de esta manera. Vete en paz, cásate como dijiste que lo vas hacer, vive la vida que sueñas, lejos de mí, lejos de nuestro amor, que yo sabré encuentrar la manera de morir dignamente. Y la única manera de demostrarte que yo sí te amo es dejándote ir. Dejándote ser feliz con otro. Buena suerte, amor.

miércoles, 29 de octubre de 2008

La otra muerte, la que no mata, la que destruye
Jesús Marín

Cuando tú hayas ido de mi vida, tendré que aprender a vivir sin ojos. A respirar sin aire, a latir sin corazón. Tendré que aprender a morir la muerte de los abandonados, la muerte de los que han perdido a la única mujer que podían llamar vida. Porque nadie puede vivir sin sangre. Porque nadie puede habitar un cuerpo vacío. Y nadie puede soportar tanto frío aquí dentro.
Y veré la muerte en tus ojos como dice el poeta ,Sara, amor mío, en esos ojos que fueron mi luz, en esos ojos que me enseñaron lo que es la ternura . Tus ojos de niña, de vampiro, de mujer, de muerte, de oscuridad que ahora me condenan al dolor eterno, que ahora me condena a la no muerte, a esa muerte que lacera, que carcome por dentro, que nos va destruyendo lentamente, que destruye el alma.
Esos ojos que han curado las heridas de mi alma. Esos ojos que por un momento me hicieron creer. Ahora me dicen adiós, ahora cada vez están más lejanos. Y la luz se extingue. Y he vuelto a ser ciego. Y he vuelto a mi vida sin vida. He vuelto a ser muerto, piedra, noche, precipicio.
Ahora llevo la marca de los malditos, de los que han sido crucificados sin cruz. De los que les esta prohibido abrir los ojos. Ahora sufro la muerte de los no vivos, de los que respiran sin sangre, de los que ven sin ver, de los que caminar sin sentir el camino, de los que bebe agua sin tener sed.
Ahora sufro la muerte de los de los que solamente quieren dormir, dormir eternamente, de los que quieren refugiarse en las cuevas, en los panteones. De los que han perdido toda fe y todo Dios.
Una muerte que no mata la vida, destruye el corazón, arranca el alma. Una muerte silenciosa que se va apoderando de las palabras, de las ganas de abrir los ojos, y será un caer infinito, y será un caminar desamparado por las calles, tratando de encontrarte en el rostro de cada mujer que vea en la calle, pero ninguna serás tú, ninguna podrá hacerme sentir este latir de campanas y este trinar de gorriones. Ninguna serás tú, Sara y es un dolor que no podré soportar. Y será mi muerte y mi condena.
Cuando tú te hayas ido, Sara, procura cerrar bien mi ataúd, procura no despedirte de mí, simplemente desaparece de mi vida, porque así mantendré la esperanza de que vas a regresar de entre los muertos.
De qué manera puedo pedirte que no te vayas, que no me abandones a los lobos, si ya te lo he dicho todo. Ya no tengo palabras para decirte las mil formas que te amo. Ya no tengo sangre que ofrecerte. Yo solo puedo quedarme a mitad de la noche rezando porque tú comprendas la clase de amor que te tengo, Ya no puedo hacerte comprender que eres mi sol, mi dios, mi hogar, mi iglesia. Yo estoy muy cansado. Yo te necesito tanto, eres mi vida. Sé ahora mi muerte con tu adiós.
Lo sé, tú nunca me prometiste la eternidad. Tú nunca me has dicho con tus palabras que me amas, me lo has dicho con tus labios al morderme, me lo has dicho tus ojos cuando me miras de esa forma que ninguna mujer puede mirarme. Me lo dice tu vientre que tiembla cuando lo beso, me lo ha dicho la sangre que he bebido de entre tus piernas. Me lo ha gritado el templo de tu cuerpo cuando rezó. Me ha dicho que me amas la dureza de tu pezón cuando lo hago cómplice de mi lengua y de mi saliva. Me amas lo sé, pero es mayor tu cobardía, es mayor tu miedo. Y la prueba la tengo en la espalda, donde tus uñas han dejado las heridas de tu amor. Y la prueba es que no me miras a los ojos cuando dices que te vas. Vete Sara, sé feliz sin mí. Entiérrame y vete en paz.
¿Podré imaginar un mundo sin ti, Sara?, ¿podré despertarme cada mañana sin la esperanza de que ocurra el milagro de estar juntos, robándole a la vida una hora, dos horas para salvarnos de opresión del mundo ,para convertir nuestra alma en una sola, y crear nuestro propio indestructible eterno mundo.
¿Cómo haré para resignarme a estar sin ti?, a vivir la vida de forma cotidiana como si no hubieras existido estos años, como si el haberte conocido no me hubiera marcado, no me hubiera convertido en otro hombre, no me hubiera devuelto al niño que creía perdido.
¿Podré resistir el ya no verte?, el ya no escuchar tu voz diciéndome que todo esta bien. Llamando mi niño. Tú eres el vientre en que he renacido, cuando tu voz pronuncia mi nombre, aquí adentro se crean universos, aquí dentro la luz del mundo me inunda. Yo sin ti soy un como un niño en la oscuridad y aprendí tu nombre como se aprende el nombre de Dios, ¿por qué te vas así, sin decirme una sola vez que me amas, solo me abrazas fuerte y pones tu rostro sobre mi pecho y me dice decirme que todo estará bien, cómo va estarlo si tú te vas a vivir otra vida sin mí.
Dame muerte por tu mano, que entonces no habrá muerte más dulce que morir a manos de la mujer que Dios puso en mi corazón para salvación de mi alma. Ahora que te vayas no te despidas. Sólo vete y ya. Ahora estoy ciego, mutilado. Muerto. Y tus palabras de despedida serían mi epitafio. Vete y déjame con esta muerte que no se apiada de nadie. Con este dolor que ahora tendrá tu nombre. Vete Sara. Te amo pero ni eso fue suficiente. Vete que los muertos se pudren rápido.

Mi vida sin ti
Es difícil a veces dejar las máscaras y mostrarse tal y cual es uno. Es difícil reconocer que sé es vulnerable. Que uno nunca ha dejado de ser un niño pequeño, temeroso de la oscuridad y que lo único que uno necesita es que alguien te abrace muy fuerte. Que lo único que se necesita es creer en alguien y tener por fin , alguien por quien morir cada día.
Es difícil reconocer este amor callado que siempre he tenido por ti. Es difícil decir las palabras que rompan esta caída , esta ir de cama en cama, de mujer en mujer, es difícil que tú me creas, tú que me has visto llorar en tu hombro, tú, que con tus blancas manos me han salvado de la rabia. Es difícil ,ahora ,, hablarte como te estoy hablando y que tú me creas, mi dulce niña.
Uno va por la vida con infinidad de rostros, con infinidad de imposturas. Pero a veces fingir cansa, a veces vivir con los ojos cerrados duele. Dejemos por un momento nuestra actuación, , déjame que te hable del fondo del corazón, de ese lugar que no comparto con nadie, donde escondo del mundo lo que siento por ti, donde habita ese niño que en realidad sabes que soy yo. Déjame que te hable con estos ojos de hombre que ya no pueden callar ante la belleza de tu alma, ante el deslumbramiento de tu piel y ante el precipicio de tu cuerpo. Y decirte las cosas que como amigo me tengo prohibido, decirte que ya no es suficiente ese ligero y imperceptible beso que te doy en la mejilla cuando nos encontramos, decirte que ya no es suficiente con tomarte de la mano apenas el instante suficiente para no enloquecer y soportar heroicamente las ganas de aprisionarte en mis brazos, de robar la tranquilidad de tu cintura.
Quiero saber que se siente caminar contigo en la madrugada, tomados de la mano. Quiero saber que se siente morderte en el cuello y que se siente dormir en tu vientre.
Ya me cansé de mi vida sin ti, , ya me cansé de percibirte triste aunque tus enormes ojos brillen y digan otra cosa, bien sabes, que tú y yo estamos tan cerca como nunca lo estaremos de otros, que tú y yo podemos formar perfectamente la palabra amor y ser uno solo. Bastaría con dejar nuestros miedos y temores, bastaría, con que me dejes darte un solo beso. Un solo beso para que sientas este amor que yace callado y esperando por tu vientre, un beso para empezar a perdonar al mundo, para olvidar el rencor y el cansancio. Un beso de tu boca oh mi ángel , oh mi niña, un beso como principio y luz del mundo. Un beso de tus labios, mi niña traviesa, un beso para salvarme de esta ceguera en que he vivido. Uno solo beso de tu boca, mi niña es lo que te pido, un beso que me haga sentir que Dios esta conmigo de nuevo. Un beso que sane este dolor de orfandad.
Yo sé que de noche ante la soledad de tu cuarto has querido encontrar alguien que de verdad te ame más allá de tu imagen de ángel. Yo sé que puedo ser esa persona y que tú puedes ser mi mundo, y tú puedes ser mi bendición. Yo también ya me cansé de fingir que no pasa nada. Yo también me cansé de vivir sin ti, . Déjame despertar contigo abrazado, deja que nuestros cuerpos encuentren su propio idioma y se conviertan en carne de mi carne y en carne de tu carne. Déjame conocer las canciones que nadie ha escuchado de tu otra voz. Déjame probar la miel que se esconde en el lóbulo de tu oreja. Déjame amarte, y vuelve a vivir, amiga mía, pequeño ángel de mi corazón.
Ya me cansé de soñarte, de despertar cada mañana, esperándote verte dormida a mi lado. Quiero saber como se escucha mi nombre pronunciado en esos labios, en esa boca que provoca mis antojos e incita mis delirios.
Ya me cansé andar errabundo sin hogar ni patria. Sin Dios. Y me cansé de adorar falsos dioses y llorar ante tumbas vacías, quiero una mujer de verdad, quiero una mujer como tú , que sepa entregar el alma en un beso, que sepa amar por una eternidad.
Sé mi ángel , sé la dulce mujer que venga a rescatarme de este naufragio, sé mi isla en este mar llamado vida. Sé la luz que ilumine mi camino. Ya me cansé de mi vida sin ti.

Cuando un hombre ama a una mujer


¿Cómo le hablas de luz a un ciego?
A veces lo único que uno puede hacer en la vida es tratar de ser un hombre, comportarse como un hombre. Ser un hombre frente a los otros hombres, caminar como un hombre, beber cerveza como un hombre, aunque por dentro se esté de rodillas, aunque por dentro se sangre y el dolor nos queme. Aunque por las noches acabes en la cama, doblado, apretándote el vientre, aguantándote las ganas de ir a buscarla.
Ser un hombre para no rendirse y no caer, aunque ya vivas desde hace tiempo en el abismo, con un hueco aquí dentro y un vacío entre tus manos. Y todo lo que deseas es que ella diga tu nombre y ella te abrace muy fuerte para olvidar el desamparo de hacer nacido solo, de morir tan solo. Cuando un hombre ama a una mujer por ella es capaz de todo, incluso de renunciar a ella.
Una vez leí que un hombre puede ser derrotado pero no vencido. En ese entonces no lo entendí del todo, quizá porque no conocía de derrotas, de la verdadera derrota, de la que un hombre no se levanta. La de ser vencido por una mujer. Y es que cuando un hombre ama a una mujer por ella lo deja todo, por ella deja su hombría, a sus amigos, por ella se moja bajo la lluvia esperándola toda una noche, toda una vida. Por ella se deja morir. Y no hay peor muerte en vida que la de morir de amor por una mujer. De esa muerte ya no te puedes levantar y si uno sigue adelante es porque un hombre nunca se rinde, y es porque uno hombre no sabe de lágrimas ni de derrotas. Y aunque uno ya esté muerto, uno debe seguir viviendo porque uno no sabe hacer otra cosa, porque a uno no lo enseñaron a rendirse, a dejarse morir en silencio.
Uno debe aparentar que todo esta bien, que solamente fue otra más en el camino, que mujeres hay muchas y de sobra, y a lo mejor es cierto, pero solamente hay un mujer que te hace vibrar, que hace que te tiemblen las corvas cuando ella pasa su mano por tu rostro y te llama mi niño y te dice que todo esta bien y tú te refugias en su pecho, en su inocente vientre que no sabe de maldades, que no sabe de odios y solamente ahí puedes ser un verdadero hombre, y solamente ahí puedes volver a ser de nuevo un niño. Y ella te mira con sus ojos de mujer, con sus ojos de amante, con sus ojos de ángel, con sus ojos de madre, y uno se da cuenta que no habrá mujer en el mundo que puedas amar como amas a ella, y uno se da cuenta que uno podría morirse si ella se lo pide. Y uno muere cada día que pasa lejos de ella, cada noche que no esta junto a ti para consolarte del desamparo, para ofrecerte su cobijo y su ternura.
Cuando un hombre ama a una mujer por ella podrá dejar la vida. Y la deja. Por ella podría convertirse en mil hombres. Y se convierte. Por ella daría su sangre y su corazón. Y los deja. Cuando un hombre ama a una mujer vuelve a ser un niño, indefenso e inocente, ofreciéndole su corazón, ofreciéndole la ternura de no saber como amarla, pero la ama y muere por ella. Cuando un hombre ama a una mujer hasta el mismo Dios se conmueve, porque no hay amor más puro que el amor de un hombre que muere por lo que ama, por lo que cree. Por la única mujer que podrá amar así en su vida. Por la mujer que lo convierte en algo más que un hombre, en algo más que un ángel, en casi Dios.
Pero a dónde ir cuando esa mujer no te ama como tú la amas, cómo ser entonces un hombre, cómo comportarse como tal. Cómo caminar de nuevo al sol cuando tienes el corazón destrozado, cuando una parte de ti ya no funciona. Cuando estás en la lona, noqueado y mirando los destellos de las luces, escuchando los gritos de lo demás. Y te quieres quedar ahí abajo, tirado y vencido. Noqueado sin haber recibido un solo golpe, sin haber recibido una sola herida. Y lo único que pasa por tu mente es que ojalá ella estuviera contigo.
Cómo explicarte mi niña que mi mundo eres tú. Que tú eres la mujer que yo soñé para fundar un mundo, para perpetuar mi sangre en tu sangre. Cómo explicarte que lo único que deseo es amanecer cada día a tu lado y mirarte junto a mí, dormida como aquel domingo y besarnos hasta que los labios nos sangren y me arañes la espalda y grites mi nombre cuando hacemos el amor. Como explicarte que mi mundo eres tú, que antes de ti no hubo mujer y después de ti no la habrá, que tú eres la mujer que yo amo y por la que quiero morir. Por la que hoy estoy muriendo, porque ahora sé que de amor, sí se puede morir.
Cómo explicarte que tú, a tus veintitrés años me haces llorar con tan solo decirme que ya no me quieres ver, que no tienes tiempo para mí, cómo explicarte que me haces sentir completo, que a tu lado creo en Dios y en todo lo que me digas, bendita eres entre todas las mujeres y bendito sea tu vientre, oh mi dulce Sara.
Cómo explicarte que iluminas mi vida con tan sólo mirarme con tus ojos que cierran las heridas, con tus manos que hacen milagros en mi cuerpo con tocarme y donde antes era desierto ahora es vergel Y donde antes hubo muerte ahora hay un hombre. Y tu boca hace crecer flores en mis manos con tan sólo besarlas. Tu voz es la voz del mundo, es la voz de Dios, haciéndome renacer, convirtiendo la oscuridad en luz, convirtiéndome en hombre salvo, dándome el perdón de siglos de odios.
Por ti, Sara, vuelvo a ser un niño, por ti soy un hombre que te ama. Eres la luz del mundo para perdón de mis pecados. Eres Dios convertido en vientre, eres mi segunda madre. Por ti la muerte se convierte en vida. Por ti estoy muriendo. En tu vientre encomiendo mi espíritu. Una palabra tuya bastara. Bendita seas por los siglos de los siglos. Amén.

lunes, 22 de septiembre de 2008

el libro de Sarah

El libro de Sarah, la verdadera historia.


A veces es imposible hablar cuando se habita la oscuridad. Cuando un solo nombre hace que se derrumbe el cielo. El libro de Sarah es una antología de poesía, escritos para una muchacha llamada Sara. Son cartas y poemas en prosa publicados durante más de dos años en diferentes revistas y periódicos de Durango. Y hoy, con este libro se le rinde un homenaje póstumo a ella, Sara, desaparecida del mundo de los vivos hará cosa de dos años.
Dos años que son apenas breves instantes en la historia de la eternidad, pero para quien los sufre se convierten en siglos de desesperación. De cierta manera yo la maté. Y sigo libre, y sigo vivo, bueno si ha esta forma de sobrevivir sin ella, se puede llamar vida. Esa es mi condena: seguir vivo sin Ella.
Son poemas y cartas que le he escrito a Sara desde el exilio, desde el destierro a que ella me condenó aquella madrugada de septiembre, cuando en la tina de baño de un hotel de paso de Tijuana, a donde nos habíamos refugiado en un intento de construir un mundo para los dos, en un intento de olvidar el dolor y la guerra.
Fue a las tres de la madrugada cuando el intenso frío y el silencio me despertaron, y ella ya no estaba a mi lado, desde el baño provenía un pálido resplandor, como si un pequeño sol estuviera fraguándose ahí dentro; un goteo se escuchaba, un goteo de sangre y no de agua como pensé en ese momento: Sara, pequeña, ¿estás ahí?
Me encontré con su rostro pálido, con su cuerpo de ángel despojado de toda santidad y con sus ojos tan abiertos que aún no dejó de de mirarlos, aquí en mi mente, aquí en mi corazón. Esa mirada vacía donde antes brillaba la luz que iluminó este vacío corazón. En sus ojos, donde antes habitaba una fe que mujer alguna me había brindado en mi vida errante, los encontré terriblemente condenatorios, cómo preguntándome, ¿por qué no la había salvado? Y ahí terminó todo, cuando esa mirada fue estéril, cuando esa mirada ya no provocaba tempestades. La encontré frágil y quebrada, con las venas abiertas, ya sin gota de sangre, ya sin gota de vida, dejándome unas cuantas letras a manera de despedida: “quizá sólo no tengamos que buscarnos, ni gritarnos, sino sentirnos, permitir que nuestra esencia entre en nuestro Ser recorriéndonos, cuídate mi Señor, mi amado demonio, y perdona mi cobardía”
Fue cerca del mediodía cuando avisé a las autoridades, me quedé casi diez horas estático, mirándola. No quería separarme de ella. Luego vino el interrogatorio, las aclaraciones, el viacrucis. Desde entonces lo único que he podido hacer es escribir estas cartas de amor, cartas de amor agónico, de un amor que ni la muerte ha podido destruir. Y sé -tiene que ser así, Dios no puede ser tan cruel- , que de algún modo, ella sabe que la sigo amando. Hoy, a dos años de su desaparición física, todavía no puedo entender porque me abandonó de esa manera, porque me dejó en este desamparo. Apenas recuerdo, entre brumas, que fui interrogado, luego entre amigos poetas de allá, me ayudaron a sepultar su cuerpo en el cementerio municipal de Tijuana. Ahí también me sepultaron a mí, esa tarde.
El libro de Sarah reúne los escritos que durante más de dos años le estado enviando al infinito, pidiéndole que regrese de donde se encuentra. Sé que algún día volveremos a estar juntos. Ella tenía veintidós años cuando tomó la decisión de abrir sus venas y escapar. Yo ahora me siento como de cien años. En el libro de Sarah recoge diez cartas escritas a la llamada princesa oscura, al ángel, al demonio, a la niña siempre triste llamada Sarah, Sara, fue la única manera que encontré ya no de vivir, si no sobrevivir estos años, duros años de sentirme culpable por no haber dicho una palabra, por no haber estado cuando ella más me necesitaba. De cierta manera, también es una catarsis, una forma de expiación, de resucitarla, porque lo que uno ama desde el corazón jamás muere. Quizá también sea una forma de volver a empezar. ¿Aunque cómo se puede vivir sin corazón?
Decía le escritor Oscar Wilde, que aun desde el fondo de un barranco es posible ver las estrellas. En el libro de Sarah, aparte de las cartas, se encontraran varios testimonios, escrito bajo el mismo luto, bajo el mismo dolor de perdida, porque cuando uno pierde lo que más amaba en la vida, la misma vida se acaba ahí mismo. Y yo me quedé aquella fría y lluviosa tarde de septiembre, cuando en compañía de algunos cuantos hermanos poetas, me acompañaron a llevar ese burdo féretro de madera donde estaban los restos mortales de mi princesa, y todavía sigo escuchando cada noche su voz, repitiendo entre el viento, mi nombre, el que sólo ella conoce.
No sé donde estés Sara o si me estás observando con tus tristes cálidos ojos, pero va por ti, este humilde homenaje. Este ultimo verso. Esta ultima ilusión. Ya estoy muy cansado, cansado de despertarme cada mañana y no verte, de mirar esa única foto que nos tomamos en el desierto de Sonora, donde gritamos al viento nuestro verdadero nombre. Estoy muy cansado mi amada Sara, ven por mía ya no soporto más,. Y seamos la luz más bella, amada niña. Te amo donde quiera que estés.

El muro que somos

Con un callado rezo por los que se han ido
por una plegaria por los que aún quedamos aquí
y la única oración es : ojalá estuvieras aquí


¿Has sentido como a medianoche duele la soledad más que a otra hora de la vida? Y cómo las viejas heridas que creías olvidadas, que creías cicatrizadas, se vuelven tan nítidamente dolorosas, tan rabiosamente despiadadas. Y la sal quemando en carne viva. Ella te sonríe desde el espejo, en ese otro mundo que ahora habita, ella es un reflejo de lo que amas, de lo que creías amar, de lo que ya no tienes, de cuando estabas vivo. O creías estarlo.
Has sentido que ese sopor que te invade, tras cuatro horas de mirar el ladrillo en la pared y de escuchar la otra voz que hay en tu cabeza, es todo el mundo que ahora tienes. Los días cuando eras joven quedaron atrás. Los días heroicos nunca existieron más que en tu imaginación, siempre fuiste el peón del alguien, de algo, siempre fuiste otro ladrillo en la pared. Y los tres o cuatro cadáveres que yacen el piso, secos de cerveza, lejanos como islas, ya no pueden tender sus redes hacia a ti, ya no pueden rescatarte de ti mismo. Y los recuerdos son lastres que pesan, que van jalándote del cuello hacia el abismo. Ya ni los días de tu niñez pueden salvarte.
Hace tanto frío aquí dentro y se esta tan solo. A tus cuarenta años la nostalgia es la única compañera fiel que te ha quedado. El muro cada vez se estrecha más, cada vez el círculo azul del cielo es más reducido. El muro es toda tu herencia y todo tu trofeo de una vida desperdiciada. De una muerte prematura. Nunca confíes en alguien mayor de treinta años.
Ojalá estuviera Ella aquí. Ojalá estuvieras tú aquí, ahora, como cuando teníamos la fe del mundo, cuando nos bastaba caminar juntos una tarde cualquiera. Y robarte en un beso la quietud del mundo. Y morir entre la calidez de tus muslos de veinte años, dulce chiquilla. Éramos tan necios, éramos tan ignorantes, tan estúpidamente puros. Ojalá estuvieras aquí destruyendo este gélido infierno, este sembradío marchito. De quién son tantos cadáveres alrededor, quién es el culpable de esta masacre. Hay tantos pájaros muertos en mi cabeza que ya el olor se esta volviendo insoportable. Y los rostros son tan iguales, y la sangre una misma, y el dolor, único padre, y ninguna eres tú; todos caminan al mismo paso y van cayendo uno a uno a la gran moledora de carne, y los ladrillos son tan iguales, y la muerte está tan lejana aún.
Suenas tan muerta dentro de mí, oh mi dulce niña. Llévame entre tus brazos blancos. Ven a sacar estas ratas dentro de mí, salva mi corazón, salva mis ojos. Ojalá tu voz fuera mi silencio. Ojalá tus ojos fueran mi oscuridad. Ojalá tus manos fueran mis cadenas: el muro asfixia , el muro de carne, el muro de miedo, el muro que somos, el muro que nos ahogara alguna noche, lejos del hogar: siempre es lejos del hogar. Siempre. El hogar no existe desde que murió madre. Desde que ella se fue soy huérfano del mundo. Madre no sabía de muros ni de pájaros muertos. Madre era la luz del mundo.
Es medianoche en mis ojos, donde ya nunca amanece. Es medianoche en mis cansadas manos. dondeí ya más nada florece. Haces falta aquí dentro para volver a escuchar al mar. Haces falta para encender la fe del mundo, para rescatar mis huesos de la arena. Haces falta para iluminar la tristeza de saberse hombre, de saberse derrotado mucho antes de volar. Hace falta la tibieza de tu abrazo. Hace falta tu voz construyendo soles aquí dentro, en mi piel y en mi corazón. Haces tanta falta en estas noches desérticas, en estas noches de estrellas apagadas y voces de muerto gritando por lo largo de la cripta, arañando las puertas, rompiendo los cristales. Haces tanta falta.
Ahora ya es tarde para soñar. Ahora ya es tarde para pedir perdón. Y es muy tarde para aprender a rezar. Fuimos por un instante invencibles. Fuimos por un instante dueños del mundo. Ahora somos cenizas. Ahora somos rescoldos que pronto dejaran de brillar. Fuimos diamantes locos brillando en la oscuridad del universo. No dejes de brillar nunca diamante loco. No dejes que el fuego se apague, no me dejes hermano en este páramo, sálvame de las máquinas descompuestas, sálvame de los perros rabiosos. Sálvame de mí mismo. Bájame ya de la cruz, hermano, apaga la luz del mundo, llévame a tu silencio, llévame a tu oscuridad, oh ángel hermoso, oh ángel, abre tus alas y llévame contigo, lejos de esta hipocresía, lejos de este dolor. Devuélveme a ella. Has que todo siga brillando diamante loco. Devuélvame a ella.
Ya no soporto la voz dentro de mí. Ya no soporto el hedor de los pájaros muertos ni este eclipse de mis ojos, ni este girar incontenible de mi cabeza. Haz que todo cese. Devuélvame a mi madre muerta. Devuélvame mi niñez. Devuélvame la parte de Dios que me corresponde. Has que cese la guerra. Has que cesen los gritos. Acaba con este muro. Ya no quiero ser un ladrillo en la pared, ya no quiero ser una isla. Ya no quiero brillar. Ojalá que estuvieras aquí, niña. Y me cobijaran tus ojos y me llevaras lejos de esta devastación y me dijeras que todo esta bien, que cierre los ojos y que nunca te iras de mi lado. Ojalá morir fuera tan fácil. Ojalá no fuéramos tan cobardes y cerráramos los ojos y nos dejáramos llevar por el viento de la noche, por el silencio del mar, por la risa de los peces, por el collar de la luna, por la tristeza de las flores, por los niños que no nacieron. Ojalá estuvieras aquí, ojalá estuvieras aquí, ojalá estuvieras aquí… Ojalá.(jesusmarin73@hotmail.com)

martes, 26 de agosto de 2008

La muerte de un demonio

Para Sara dónde quiera que
su soledad y miedo la hayan empujado


Ahora sí me he quedado solo. Desamparado en este mundo de hombres que no comprendo, yo, el último de mi estirpe, Príncipe entre príncipes. Mi princesa, mi Sara, mi pequeña niña, me ha abandonado. Y la noche se ha vuelto eterna. Y la noche ha dejado de ser mi reino. Y el dolor es inconcebible, ahora sí puedo dejarme morir, yo que he vivido desde el principio de los tiempos, cuando fuimos expulsados, cuando dejamos de ser la luz más bella, cuando éramos tú y yo, un solo ser: ángel y demonio, carne y sangre; hoy me condenadas a la muerte que ciega, a la muerte de la que ya no se resucita; hoy me condenas a vivir sin ti, mi dulce Sara. Ahora puedo dejarme crucificar por los impíos, por los hipócritas adoradores de la cruz. Ahora sí puedo mirar el amanecer y dejar que el fuego calcine mi mirada: ella, la mujer por la que mi sangre gritaba, mi ángel que me despojaba de maldad y venganza, de odio y rencor, ahora me ha despojado de la voluntad de vivir, ahora me ha quitado al dios que adoraba, me ha condenado a vagar solo y muerto, solo y derrumbado, ¡Oh Sara cómo puedes ser tan cruel con tu demonio cuyo único pecado es amarte más allá de todo tiempo, más allá de toda religión y de todo dios!
Me ha despojado de su amado vientre, y ya no puedo beber de su herida y ya no puedo saborear sus labios, muerto soy, maldecido he de morir, ella me ha abandonado, me ha dejado a mitad de la nada, ha roto la promesa de amarnos por siempre, ha roto con la profecía de los antiguos: “ángel y demonio se unirán en sangre y cuerpo y serán un solo, y no habrá luz y no habrá oscuridad, y volverá a reinar la verdadera sombra, ,la verdadera sangre, y Luzbel, Príncipe del mundo volverá a ocupar el puesto que le corresponde; Rey de reyes, y su reino no tendrá fin”.
Hoy es la muerte, hoy es el fin, de qué me sirve ser inmortal, de qué me sirve la impía sangre de los hombres si por mis venas ya no correrá la esperanza de volver a verte, de volver a tener tu cuerpo frágil de mujer entre mis garras de demonio, si mi lengua ya no tendrá el consuelo de tu lengua de serpiente enredándose por todo mi ser. Si mis ojos ya no serán cerrados por tus besos, mi amada Sara. Quién podrá darme de beber de la ternura de su alma pura, quién podrá ofrecerse en sacrifico para salvar mi alma, quién diría mi antiguo nombre, el que solamente tú conoces; tú que me diste vida y sangre, tú que me diste iglesia y hogar, ahora me dejas desamparado, ahora me dejas sin vida. Bendita seas mi ángel por las centurias de amor que me diste. Bendita seas por haberme ofrecido la inocencia de tu vientre para saciad mis ansias de muerte, para ahogar este dolor de no pertenecer a ninguna sitio, para sentir que por fin tenía un hogar, yo ,el maldito, yo el desterrado, cuyo nombre fue borrado del paraíso, cuyo nombre es prohibido pronunciar entre los hombres. Bendita seas Sara porque me hiciste conocer a Dios, porque me hiciste creer que podía ser como los otros, los mortales que conocen la inmortalidad que da el amor. Bendita seas mi Princesa oscura.
¿No oyes cómo la noche se aleja Sara?, como los primeros albores del amanecer me llaman, ver el sol, esa luz prohibida para seres como nosotros. No sé dónde estás, ya no te siento en el viento de la madrugada, ya no me llega tu voz. Ha terminado todo para mí, y lo que no pudo ningún Dios y ninguna profecía, lo has podido tú: destruirme, acabar con la furia de este ser, acabar con la fe de este demonio.
Ahora debo salir a la luz del día, debo dejarme caer al abismo, debo abrir mis alas de demonio y volar hacia el Sol y dejarme calcinar. Y dejarme morir por ti. Oh mi Princesa, o h mi ángel de oscuridad… te amo, Sara, bendita seas…

sábado, 23 de agosto de 2008

miércoles, 20 de agosto de 2008

El miedo nuestro de cada día

En menos de seis meses, Durango se ha militarizado. Por sus calles a la par de la gente y el tránsito habitual, se ven camiones verde oliva, repletos de militares, algunos embozados, pero todos con el fusil presto, con el rostro de alerta. Se ven tanquetas con la metralla apuntando al cielo. Hay retenes en diferentes puntos de la ciudad. Se aseguran casas en las zonas residenciales ante el asombro de la gente. Ya es cosa común levantar la mirada al cielo, ante el ruido, ahora cotidiano de sus hélices. Y observar como los helicópteros vigilan a la ciudad.
La violencia estalló plena poderosa, incontenible, allá por el mes de mayo del 2008, esta vez ya de forma descarada, impúdica, imposible de tapar con el Sol o con las patéticas declaraciones de las autoridades; el macabro hallazgo de ocho cabezas en ocho hieleras del Oxxo dio la pauta de que esta vez , la violencia del narco y de los Carteles venía a quedarse en Durango, aunque desde hace mucho tiempo ya estaba arraizada, acechándonos, pero nunca se había manifestado con tanta crudeza, con el incremento de ejecuciones y levantamientos. Y si bien es cierto que Durango es un estado considerado como uno de los mayores productores de mariguana y que a veces ni el mismo ejército puede penetrar ciertas regiones de la sierra, la sangre y el traqueo de metrallas se había quedado allá, entre los pinos y entre gente que se dedica a eso.
Ya se había dado indicios de que el convenio callado de los carteles de cada cual respetar sus territorios hace mucho tiempo se había roto, el atentado sufrido por Carlos Herrera Araluce, cacique de caciques de la región lagunera por años, mandamás que quita a su antojo a presidentes municipales, vino a poner en jaque a la llamada política de progreso y tranquilidad que por más spot radiofónicos y televisivos repite constantemente el gobierno de Durango. Si, él con su poder, con sus guaruras no estaba a salvo ,entonces quién esta a salvo aquí en Durango.
Los rumores, en una tierra de rumores, empezaron a circular con más fuerza, que si el Chapo tenía un rancho en Santiago Papasquiaro, que si el Chapo venía de vez en cuando al centro de la ciudad a cerrar el restaurante de su antojo, nomás pa echarse un taco, claro esta invitando a todos los comensales ahí reunidos, sólo pidiéndoles que no se fueran mientras él estaba ahí, que si el Chapo se casó en una boda fastuosa en Canelas, rumores que alimentaban la imaginación del colectivo, rumores inofensivos.
Después vendrían las balaceras en pleno centro histórico, el ululuar de patrullas que no encontraban donde esconderse, las declaraciones apresuradas de la autoridad: “se trata de un problema entre ciudadanos, nada de que alarmarse. Se trata de un juego de chiquillos alocados”.
Y la sangre empezó a teñir la calle. A media hora de la ciudad, por la carretera México, cerquita de Nombre de Dios, doce camionetas del año, elegantes de muerte, con sus sicarios, con sus armas de grueso calibre, se enfrentaron por más de cuatro horas de traqueo, de fuego cruzado, de muerte y sangre, nadie fue capaz de ir a vez qué pasaba, a ver dónde era la fiesta de fuegos pirotécnicos.
Llegaron después del arguende, llegaron bien valientes ministeriales y judiciales, policías y polecías, nomás a ejercer su oficio de mirones, nomás a recoger los más de mil cartuchos percutidos que encontraron por todas partes, a limpiar los parabrisas de las camionetas abandonadas, que dizque uno ocho muertitos nomás hubo; el ejército acordonó la zona y nadie pudo dar razón.
El Secretario de gobierno convertido en pobre vocero del Gobernador: “quesque estamos investigando ,pero luego luego se ve que tienen mala puntería, nomás fueron ocho muertitos”.
De ahí en delante esto no ha cambiado, bueno sí, ha cambiado para empeorar, los ejecutados están a la hora del día, de la noche, no importa que el ejército patrulle las calles, ponga retenes, de vez en cuando, por no decir todos los días, uno se entera que en el Salto hubo tres acribillados, que en Lerdo acribillaron el centro de operaciones de la policía municipal, matando a tres policías. Y cientos de soldados han llegado a Durango, a quitarnos el miedo, pero el miedo no se va, el miedo sigue ahí, y uno nomás abre el periódico para enterarse de cuántos muertitos hubo esta vez. Y de nada sirve verlos relucientes en su uniforme verde, con sus armas y con sus rostros de paladines de la patria, la violencia sigue con el ejército o sin el ejército.


II

Qué son esos pájaros brillantes que surcan por el cielo. Y qué son los hombres vestidos de verde que patrullan la ciudad. Y esos hombres de negro, con el rostro cubierto, cuál será su destino. Por qué ya no se ven los niños jugando en las calles. ¿A dónde ha ido Dios?
En qué nos estamos convirtiendo, en que nos esta convirtiendo el miedo. Quién se ha robado las sonrisas de la gente. Y esos ruidos, ese crujir de vidrios y por qué el rojo liquido escurriéndose por las alcantarillas. A dónde se han ido todos.
Ayer vi un hombre, le faltaba el alma. Iba camino a la muerte, con la voluntad de Dios y la bendición de su madre. Iba descalzo y desnudo a enfrentarse a su destino. Llevaba como armas la buena voluntad. Y todos lo mirábamos y nadie hacía nada.
Luego supe que ya éramos otra ciudad. Y que los muros iban siendo cada vez más infranqueables. Desde hace un tiempo Durango ya no es Durango, ya no pertenece a sus habitantes, somos el campo de batalla de no sé qué oscuros poderes, no qué demonios que se disputan la supremacía del infierno. Y lo peor, nos estamos acostumbrando. Ya no asombra el número de muertos ni el número de ejecutados. Nos estamos acostumbrando a vivir así, acostumbrándonos a que de un momento a otro se desate una balacera y no volvamos a ver la luz. Nos estamos acostumbrando a morir de causas no naturales. Y la pregunta ya no es: ¿quién parará esto?, no, la pregunta ahora es: ¿ Y cuántos muertos hubo hoy?
Y los hombres de verde pasean su poder por las calles, verde es la esperanza y verde también es la muerte. Verde que te quiero, verde luna, verde mar.
Ahora ya no nos pertenecemos, pertenecemos a ese miedo agazapado en las calles, a ese miedo que sale de la boca negra de una ametralladora. Y los pájaros han dejado de cantar. Y los niños van a la escuela con el chaleco antibalas de la bendición de sus madres. Y los padres rezar por volver a ver a sus hijos. Uno ya no sabe si volverá al otro día. Uno ya no sabe si aparecerá su nombre en la lista de los caídos en cumplimiento de los Sicarios.
Ahora nos reímos de la muerte, hacemos chistes de las ejecuciones, bien dicen que cuando llorar no se puede, nos queda la risa, la risa loca carente de felicidad y alegría, la risa de la calaca tilica y flaca, por eso somos mexicanos, para reírnos de la muerte, es nuestra comadre no: “joven por favor me pone unos taquitos de cabeza y un chesco bien helado, ¿ se los pongo en plato o en hielera? se carcajea uno de pánico. Son risas amargas de lágrimas contenidas, son palabras graciosas ahogadas por la rabia de la frustración. Qué nos queda a nosotros, los que no tenemos camionetas antibalas, los que no tenemos sueldos de diputados ni hueso en el gobierno. Seguir en la manada, seguir ovejeando en la pasividad.
Afuera está la muerte. Los zetas que nada temen ni nada respetan y el pobre gobierno creyendo que con no trasmitir los mensajes en los ejecutados van a dejar de existir el miedo. Pobres de nosotros que nos tenemos que quedar aquí, que tenemos que vivir de milagro. Ahora hasta la esperanza nos están quitando. Ahora hasta dormir va costar trabajo con tanto ruido de metralla, con tanto ruido de camionetas ,tanto ruido en el cielo, tanta hélice hurgando por las calles, mirándonos desde arriba, buscando en las azoteas , en el alma de los hombres. Tanto ruido y nosotros tan sordos ya, nosotros tan vencidos. Que sea lo que dios quiera, pero sí, mijo, mejor quédese con los gabachos, no le hace que le pateen el culo, al menos allá puede comer tres veces al día y conservar la cabeza sobre los hombros, por acá la cosa esta bien canija.
III

A él le rindieron un homenaje póstumo. Estaba en un lustroso cajón de metal, con grandes coronas de flores y la gente toda seria, con los ojos resecos y tiesas las manos. Le lloraban sus hijos, sus parientes, nadie quería creer que fuera cierto, tenían la esperanza de que aquello fuera una pesadilla, que se despertarían de un momento a otro y lo verían a él, sonriendo con sus dientes manchados, de duranguense , llegar de la chamba, con su uniforme de policía, ese que él mismo tuvo que comprarse y que aún quedó a deber varios abonos a sus superiores.
Su mujer tenía el alma vacía, vestida de negro, su tristeza se veía aún mas profunda y en las manos apretaba un papelito, eso le dieron a cambio de la vida su marido, unas letras doradas en un triste sobre lacrado, lleno de sellos y con una firma grandota del mandamás.
Sus compañeros le hacía la guardia de honor. Ahí, uno en cada esquina del féretro, perfectamente silenciosos, perfectamente disciplinados, pensando que cuánto tiempo pasaría para ser ellos los homenajeados. Todos ellos vestidos con sus pobres uniformes, con sus pistolas de fantasía, Ellos orgullosos de servir, incapaces de responder el porqué de sus muertes inútiles, pero ahí están, a la intemperie, siendo cazados uno a uno, bajo el estallido de granadas, bajo el traqueteo de armas de alto poder. Ellos que ganan un mísero salario. Ellos que soporta el abuso de sus superiores.
Un señor muy elegante, secretario de no sé quién. De traje y corbata, perfectamente bien rasurado, con los calcetines iguales y oliendo a una cara y exótica fragancia, empezó a lanzar palabras y palabras, a ladrar toda una sarta de términos heroicos, a apelar al sentimentalismo de cada uno de los presentes, les habló de la Ilíada y de Prometeo, de cómo los antiguos héroes no necesitaban de moderno armamento, de como eran tan buenos con la resortera y el arco y que deben defender la ley a pedrada limpia. Les dijo que se irán al cielo por ingenuos, que no los van a olvidar, que tendrá su lapidita en el cementerio, y un raquítico cheque a sus deudos, pero que es todo lo que pueden hacer por ellos. Les pidió que se dejen seguir matando en nombre del estado de Derecho.
Al final cantaron juntos el himno nacional todos patriotas, todos buenos duranguenses. Y aunque las palabras pronunciada ese día fueron todas ellas, llenas de florituras y excelsitud tenía el peso de los clavos. Tenían el ácido corrosivo de la chacota y la burla. En oídos de los presentes sonaban a burla descarada e impúdica. Mejor nos hubieran dado mejor equipo. Mejor nos hubieran dado chalecos antibalas. Mejor nos hubieran ayudado a no morir. De nada nos sirven las medallas. De nada nos sirven las promesas. Para qué este circo de homenaje y este aullar de patrullas. Mejor nos hubieran dado seguridad. Mejor nos hubieran dado mejor armamento.


IV

Nunca se había visto el cielo azul de Durango surcado por tantos helicópteros a un mismo tiempo. Ojos desde las alturas hurgando entre las calles, observando el miedo de la gente, tratando de descubrir por dónde se nos fue la paz, por dónde se fueron los sicarios, buscando atrapar a esa muerte, ahora tan cotidiana, ahora tan brutalmente común. Ese cielo que ha dejado de ser tan nítidamente azul para empezar a teñirse de rojo sangre, intenso rojo que da miedo, que nos hace pensar que aquí ya todo valió un carajo.
Esta vez no se trataba del Señor Gobernador que en helicóptero se trasladaba a una comunidad indígena a entregar despensas y darse baños de huichol o tepehuano que tanto parece gustarle, enfundado en un ridículo atuendo que en vez de acércalo a los indígenas lo alejan más y más, al evidenciar que él no pertenece a esa comunidad por más bailes y gestos que haga.
Tampoco en esos brillantes aparatos iban empresarios japoneses buscando desde el aire un terreno donde construir más maquiladoras, para dar trabajo a miles de desempleados duranguenses que dice la administración actual que no existen, a cambio de un sueldo de explotación descarada.
Esta vez esos helicópteros no formaban parte de alguna caravana turística para promover nuestras bellezas naturales, a menos que ya sea ya natural perder la cabeza o ser acribillado por no sé cuantos miles de disparos. “Señores pasajeros desde aquí podemos admirar las hieleras en la carretera… Y a su derecha tenemos la Catedral, construida en 17…
No y no, en esos helicópteros mucho menos iban huyendo lo que queda de las policías ministeriales, aunque ganas no les han faltan. Ellos tan fuertes, tan goliaths, tan erresquinces; nosotros, tan mínimamente Davides, tan resorteras, tan míseramente pagados, tan criminalmente asesinados. Y El declarando: “aquí nomas se mueren los malotes, todo está en paz, quesque es el efecto cucaracha, nomás que las cucarachas somos nosotros que nos están pisando a placer; hemos entregado un resto de patrullas, ay nomas les pedimos que mueran por la patria sin hacer tanto aspaviento, luego ya veremos que hacemos con sus huérfanos y sus viudas. Ah, y la Feria va a ser un éxito”.
Esta vez la realidad superó a la ficción. Los ejecutados y el miedo es real, no de película, nadie vendrá a decir ¡corteeen! y a parar las cámaras: los cartuchos aún están calientes, acabaditos de salir de la boca de la muerte, buscando un odio que acallar, una venganza que tomar, un miedo que acrecentar.
Sí, la lucha es entre ellos, los del cartel, los narcos, los asesinos, los zzetas o los xxs, pero en medio estamos nosotros, los que nomas queremos vivir en paz y ser felices, pese al salario mínimo, pese a los políticos que siguen viviendo en su particular país donde nomás por decir pendejadas ganar millonadas de sueldos sin mencionar sus negocitos particulares.
Nosotros, los otros mexicanos que sí queremos vivir en paz, pese a quien le pese, felices para tener unos morritos y una mujer en quien refugiarnos; pero ya ven luego como es de ingrata la vida, y uno se opone al paso de una bala perdida y uno esta donde no debe estar y luego llegan ellos, los del ejército, los de la ministerial, y mundo acábate y mundo desmorónate, aquí todos son culpables hasta que se demuestre lo contrario, y el rompedero de puertas y jetas, y ¿cuáles pinches derechos humanos tienen ustedes? luego averiguamos si son inocentes, luego conseguimos las ordenes por lo pronto mis huevos mandan, o peor, llegan los otros, que es peor, los de las camionetas blindadas, los de armas relucientes, los que no tienen piedad y ahí se acaba el jolgorio, y ahí se acaba nuestra vida, ni tiempo de decir pío. Padre recíbeme en tu seno, en ti encomiendo el espíritu. Dinero maldito que todo compra y ya muerto pos que me toquen las golondrinas y ya muerto que me lleven enterrar entre cuatro zopilotes y un ratón de sacristán.
Eso sí, igualito que en las películas, la policía llega media hora después la balacera, del chirriar de llantas, nomás para mirar la polvorera a lo lejos, nomás para asustar mirones. Nomas a levantar el censo, a contar el número de balas percutidas, a recoger casquillos vacíos pa ver si se los cambian por uno lleno. A fotografiar los cadáveres ya sin sonrisa, ni cara donde registrarla. A recoger las hieleras, ¿Pos a qué horas se acabaron las chelas? y las hieleras sin frías, en vez de hielo, sangre resaca, fríos despojos de lo que alguna vez fuera un hombre. ¿Y dicen que eran modelos recientes?, ¿de esas grandotas y de vidrios polarizados? ¿ Y todas con cuatro llantas? mira que tipos tan listos. Mientras las camionetas abandonadas, mudas y ciegas, se niegan a declarar.
Luego el ridículo, el aceptado y el encubierto: ridículo número de muertos, ridículo armamento contra lo más mortífero del mundo. Ridículo e impotencia. Con la única cantaleta que parecen saberse: “estamos investigando y seguiremos investigando hasta el fin de los tiempos y cualquier otra declaración no debe ser tomada en cuenta, repito se esta muriendo gente que antes no se moría. Repito se esta muriendo gente que antes no se moría, eso es lo que tenemos más claro. Y que las balas matan. “como me hiere esa fecha a Don lamberto…”
Y la tierra del cine, Durango, dejó las películas para dar paso a una violencia real y contundente. Esos helicópteros son del ejército, que desde el aire buscan a los responsables de este ambiente de terror y ejecuciones que estamos viviendo. Ahora es imposible salir a declara que aquí no pasa nada. Ahí están los muertos, ahí están las cabezas, mudas y con los ojos muy abiertos.
Ahí están los soldados que han sacado de los cuarteles, que bajado de la sierra, han dejado de ser soldados para convertirse en policías, en policías que no tiene miedo de anda, ni de morir: mexicanos al grito de guerra y un soldado en cada hijo te dio.
Miedo de la gente tirada en el piso de sus casas ante el horror del crujir de vidrios rotos, de balazos en las paredes, de lágrimas de miedo. De aullar de sirenas y el traqueteo de armas, de la sangre que va escurriéndose por las alcantarillas que antes, no hace mucho sólo recibía el agua de lluvia. Ahora el bautizo de sangre se da en cualquier iglesia y en cualquier parte de la ciudad. Ahora ni rezar es suficiente.
Y sí, son de verdad esos camiones de soldados , perfectamente armados y listos para entrar en combate que ha empezado a vigilar nuestras calles, pero esta vez no es una guerra convencional; es una guerra que se tiene que ganar a como de lugar, pese a mandatarios estúpidos, a funcionarios corruptos a mandos ineficientes, a falta de equipo y logística.
Una guerra donde va en riesgo nuestra seguridad nacional y el futuro de nosotros, los mexicanos, los que a diario tenemos que vivir y sobrevivir en este país, los que no nos queremos ir a sufrir discriminaciones; nosotros queremos quedarnos aquí, por es donde nacimos, porque es donde están nuestros antepasados, donde enterramos a nuestros muertos. Nosotros queremos vivir en Durango aunque muramos por no sé que guerra, por no sé que incapacidades. “Durango, Durango mi tierra querida, callada y tranquila ciudad colonial”…
Una guerra que estamos perdiendo en las calles, en nuestros hogares, cuando en esa guerra los primeros en caer son nuestros jóvenes, víctimas de las drogas, cuando en esa guerra ya nos da miedo salir a la calle, a seguir luchando por un lugar en este mundo. Ellos nos están quitando la vida. Y lo terrible, nos están quitando la esperanza.
Esta vez la gente al mirar hacia el azul de cielo y ver a estos pájaros dorados, no exclamó la admiración de siempre, no, esta vez fue un suspiro de alivio, un ojalá que ellos sí puedan protegernos.
Y sí, no era la nueva película de Rambo, ni la tercera guerra mundial, esto es real. Ya no se tratan de escenas que vemos en la televisión de una guerra distante en Irak o de las ejecuciones que ocurren en la lejana Tijuana. Esto esta ocurriendo aquí, hoy y ahora. Y Dios nos agarre confesados. Y aquí nos toco vivir. Y aquí nos tocara morir. De aquí no nos movemos. Durango es nuestro y de aquí no nos moveremos.


V

Y lo triste del caso, ya no es el clima de miedo y terror que parecen convertirse en lo cotidiano, ni las ejecuciones que se dan, ni la crueldad con que los carteles ajustan sus cuentas, no, lo triste son las declaraciones oficiales, más preocupados en taparle el ojo al macho que en hacer algo para medianamente recuperar la tranquilidad y la paz, simplemente se conforman con hacer un recuento de los daños, una estadística de los ejecutados y en el mejor de los casos lavarse las manos al declarar que este clima de violencia particular que vive Durango no es exclusivo sino que impera en todo el país, como diciéndonos , carajo, ya deben resignarse a vivir así, pos en otras partes del país están peor y no andan de quejumbrosos.
Ahora resulta que están más avocados en descubrir quien puso las mantas quejándose del clima de extorsión y de inseguridad que vivimos en Durango, que hacer algo para cumplir lo que se piden en esas mantas, y da miedo cuando vemos a la instancia oficial declarando que investigaran a estos malos duranguenses que contribuyen a que el ambiente de pánico cunda entre los duranguenses. El ambiente de terror ya esta mucho antes de las mantas. Y las mantas que pusieron no eran mentiras lo que en ellas se decía, quizá no fueron los empresarios ni los estudiantes, lo que exigían un seguridad, un fin a la extorsión, ahora resulta que son mas culpables que los mismos criminales por el hecho de expresar su inconformidad. Y en algo estamos de acuerdo, la autoridad debe investigar a fondo quién o quiénes fueron los autores de los mensajes de internet que se estuvieron recibiendo donde anunciaba la llegada de los zetas a Durango y que los días 5,6 y 7 amenazaban con una matanza de jovencitos en los antros y centro comerciales, miles de duranguense lo recibimos y muchos otros los pasamos en cadena, y el miedo fue real, y la preocupación de los padres al no dejar salir a sus hijos esos días fue real, aquí se debe actuar enérgicamente contra esta clase de avisos que ellos, sí contribuyen a crear el pánico. Se debe investigar el video que circula de celular en celular donde supuestamente se observa la ejecución de uno de los decapitado en los últimos días en Durango, aquel que fue encontrado con una cabeza de cerdo, video que obviamente fue bajado de internet y que de ser cierto, debe ser investigado hasta las ultimas consecuencias. Aunque y sabemos en México que significa “investigar hasta las últimas consecuencias”
VI

Dicen que aquí nunca pasa nada. Dicen que el progreso es bien notorio, que solamente los ciegos y los pendejos no lo ven. Dicen que se observan a políticos y gobernantes, orgullosos de inaugurar una obra cada quince minutos. De entregar bardas perimetrales y surtido de lápices de colores, a niños desnutridos pero de sonrisas manchadas de pobreza y flúor. Orgullosos de prodigar, entre fanfarrias, flashazos y lagrimitas de emoción, pavimentos que a la primer lluviecita se resquebrajan toditos. Y hasta se les ha visto ridículamente vestidos de huicholes y tepehuanos, en afán de demostrar que también son pueblo, entregando despensas a esos muertos de hambre que luego parecen olvidar por largos meses hasta que hay necesidad imperiosa de la fotito pagada en cualquier medio de prensa que se pueda comprar. Y todos sonrientes, y todos contentos.
Y nomas puras alabanzas aparecen en los periódicos y todos dicen que el señor Gobernador es como Dios, que bendito sea porque nunca hemos tenido gente retebuena como él , gente que sí gobierna para todos los duranguenses, aunque no todos los duranguenses tenga constructoras que agarren jugosos contratos, ni tenga viveros donde cultivar palmeras; aunque la mayoría gane un sueldo de miseria y no, los altos sueldos de los funcionarios de su gobierno, total, quién chingados les manda no ser amigos del gobernador.
Dicen que el señor Gobernador es el mejor en la historia de este estado y si no alcanzamos el avance que merecemos es porque somos un pueblo de huevones mantenidos, pero que la voluntad de grandeza esta ahí, en sus proyectos de gobierno; lo mismo decían del anterior y del anterior, para conocer la verdad, habrá que esperar que termine su Virreinato, para que entonces salgan los trapos sucios, para que entonces se descubran los desfalcos, para que entonces sí exista un periodismo, ardido y un tanto tardío, y no el periodismo lacayospublicaboletines pagado por su gobierno.
Dicen que aquí no se mueve una hoja de un árbol sin la voluntad del de Zambrano. Dicen que Durango es la región mas pacifica del mundo y quien diga lo contrario no quiere a su terruño y es mal duranguense, quesque ahí esta la Feria nacional como muestra, que fue un exitazo, pura gente feliz y contenta. Bien decían los emperadores de la antigua Roma: al pueblo. circo, maroma y pan y todos contentos, lo malo que el circo y maroma es cada año. Y el pan, el comestible, ya esta por las nubes, a dos pesos por bolillo. Y dos pesos ya es mucho dinero para quien gana apenas lo suficiente para no morirse de hambre.
Luego están los otros, los que insiste que no todo es Jauja. Están las ejecuciones que ya a casi se dan a diario y por lo tanto ya no son noticia. ¿A cuántos muertitos le gusta por día?, los que sean, al cabo esos no cuentan, no son cifra estadística, son de otro estado, pero tienen el mal gusto de venir a matarse aquí. Qué no ven que acabamos de inaugurar el paseo Durango, sí, el mismo que se inunda apenas cae un chubasco. Y luego están esos, los descuidados, los malcabeza, los que no saben ni donde la dejan, pero dicen que son unos cuantos los que se portan mal, los que siempre han sido un verdadero dolor de cabeza, por eso la pierden, por eso aparecen en hieleras, a ver si así les bajan un poco las ganas de vivir, las ganas de seguir respirando.
Luego dicen que los soldados son necesarios, tan necesarios para alejar un poco, pero sólo un poquito, el miedo, ese miedo que antes no conocíamos, que antes escuchábamos como algo distante y ajeno a nosotros, ese miedo ahora tan real como esta hambre de justicia, como esta sed de esperanza. Ese miedo que se esconde agazapado en las cuencas de los ojos de cada uno de nosotros. Miedo de amanecer un día encostalado, en una bolsa negra, con la cabeza quién sabe donde. Miedo de que alguna bala perdida se lleve nuestro miedo y nuestras ganas de seguir sobreviviendo. Miedo de que algunos encapuchados tengan la mala fe de invitarnos a un paseo del que ya no se vuelve. Ese miedo que ha matado a tanto policía indefenso: pero el que con lobos anda, aullar se enseña. Y que nadie puede detener las balas sólo con buena voluntad.
Y sí, la ciudad ahora es un estado de sitio permanente, por sus calles ya no se ven las picas de futbol, ni las ñoras que sacan sus sillas a la puerta de su casa para tomar el fresco de la tarde para ver caer el sol desde el azul de este cielo ensangrentado, a hora se ven los camiones de verde olivo, con sus caras de hombres sin rostro, con sus largas metralletas en sus dedos morenos, circulando despacito, como si con su sola presencia la muerte se espantara. Como si como sus verdes uniformes volviera la esperanza. Ahora la ciudad no nos pertenece. Pertenece al miedo nuestro de cada día.

sábado, 16 de agosto de 2008

Usted, la cruz de mis pesares

…Yo no nací pobre
Me gusta todo lo bueno…
Tú y las nubes. José Alfredo Jiménez

Niña Ana, déjeme despedirme de usted a mi modo, con mis maneras de hombre que nomás ha conocido de penurias y de sobarse el lomo. Que nomás a conocido de hartas noches con el mezcal pegado al hocico, escuchando el chillar de los grillos y las murmuraciones de la noche, y las que me han de faltar, ahora que usted ya agarró sus tiliches y se regresó a donde pertenece, de donde nunca debí sacarla, pos cuándo uno payo como yo podía aspirar a una señorita de su clase. ¿Pos cómo?, pero ya ve como es uno de necio cuando se le mete en la sangre una hembra tan chula como su merced.
La mera verdad que sí la entiendo y ni le guardo pizca de rencor, se lo juró ante el crucifijo que fue mi santa madrecita, aunque me duela retemucho en el corazón, pos tiene todita la razón, a qué hacerse el guaje, ya fueron muchos años aguantándome, creyendo en promesas que nunca le pude cumplir, ya sea porque cuando el maldito mezcal a uno lo agarra no lo suelta hasta que le truena el alma, ya por esta suerte de miseria con la que he nacido o por estas desganas que se le enraízan a uno desde escuincle y no lo sueltan hasta que verlo a uno todo amolado.
Promesas que dizque iba a dejar el pisto, pos cómo, si es la única manera de no pensar en esta pobreza, sólo con el alcohol quemándole a uno las extrañas pueden apaciguar el ansia y las ganas de morirse: nomás así se le olvida a uno que nació pa maceta y del corredor no pasara, como decía mi amá, que en el cielo Diosito la haya procurado, tan buena gente que fue mi madrecita, pero ya ve, también ella me dejó, se me murió de tristeza un día de febrero , se me quebró en el patio, entre sus macetas y flores. No me volvió a mirar con sus ojos de alondra, con sus ojos que curaban mis males nomás con mirarme. Desde entonces traigo esta heladera que me quema, esta sangre muerta que se me agolpa en la cabeza y no me deja pensar y no me deja ni chillar.
Sí, lo sé niña, también le prometí, en esas noches en que su cuerpo blanco como la luna se estrecha junto al mío y éramos tan felices, que siempre la iba procurar y a proteger, noches en que me perdía entre sus trenzas y sus regazos, y dejaba usted de ser la ama y yo el peón, pa ser netamente hombre y mujer. Alumbraba lo prieto de mi piel con sus manitas suavecitas, alumbraba la tristezas de mi ser con su pureza, provocando que por mi piel tiricienta y mezquina cantaran cenzontles; le prometía quesque me iba a componer ,a ser hombre de provecho, quesque me pondría a trabajar harto pa que nada le faltara a usted, que esta acostumbrada a la buena vida, a esa casona de su señor padre, allá en la hacienda de la Arrieta, donde una mañanita de domingo nos divisamos, ¿se acuerda?, iba usted con un vestido blanco como si la primavera del mundo fuera mesmemente suya, con unas enaguas que nomás de tronar levantaban chicos suspirotes entre la peonada, y detrasito suyo, su nana pancha, canija pancha, buenos centavos me saco nomás por llevarle recaditos y por decirme a qué horas iban al rosario.
Pero ya ve que no pude cumplirle y no fue por falta de voluntad, los que nacemos salados ni aunque nos embardunen de miel, ni a qué santo encomendarse. Y sí, Anna, la comprendo, usted tan hermosa, tan grandota , tan blanca como la Virgen del Guadiana, pos cómo se iba a quedar como un medio pelo como yo, con un tipo que no puede ofrecerle más allá del tejorucho que tengo tras lomita, y el petate donde pasamos buenas noches, eso sí pa qué negarlo, pero a su espalda de reina, pos como le iba a gustar apergollarse siempre en la tierra dura, y luego cómo iba usted a lastimar sus manitas en llevar el nixtamal al molino de su señor padre para que tempranito, apenas rayando el sol, me hiciera mis tortillitas recién salidas del comal, y le moviera a la olla de los frijoles, atizando el fogón con leña pa que humeara el cafecito con su piloncillo. Cómo iba a pensar que usted se acostumbrara a eso, muchos menos a irse con las muchachas al río, esas mismas que trabajaban de sirvientas cuando usted era la dueña de la casa grande, a lavar mi pobre ropa en las piedras del río y luego zurcir mis calzones de manta y mucho menos tejerme mis huaraches de cuero, no, pos estuvo hermoso que usted, niña Anna se haya fijado en mí, aunque sea un ratito, ahora que se va, pos me quedare en el jacal, con su olor de azucenas que dejó esparcido por esta que fue su pobre casa. Con el chal de colores que le merque en la feria de Nombre de Dios oliendo todito a usted y acariciando la peineta de nácar que era herencia de mis tatas, y que tan linda le lucía en su mata de cabellos dorados, güeros como el sol; nomás me quedara el suspirote y el trago de mezcal, el grito ahogado aquí dentro.
La veré alguna vez a lo lejos, caminado por la plaza del pueblo, del brazo de un hombre muy hombre, de esos de alcurnia y hartos centavos, que sepa darle las joyas y los gustos que yo no pude darle, porque ya vimos que de amor no se traga, que de amor no se cobija ni se quita la necesidad. Y bendita sea niña, Anna, que diosito la guarde rete hartos años aunque a mí me lleven los pingos. Y salud, bendito sea Dios y la Santísima Virgen del Guadiana. Vaya usted con Dios, niña.

¿ Dónde Estás Blanca Caperuza?

Este es un mensaje urgente a la blanca caperuza: ¿Dónde estás? Te necesito para poder seguir aullándole a la Luna. Abuela ha muerto de tristeza. Y ayer tuve que comérmela con lágrimas en los ojos, el luto da rete harta hambre. Le faltó algo de sal. La cerveza hace meses se agotó. Y aquí no se consigue ni por milagro. Te lo comentó., porque si volvieras, tráete un six, de esos de 16 onzas. Bien heladito como tu alma, amor de mis entrañas.
Te extraño un resto Blanca Caperuza. Necesito de tu piel blanca y de tus senos que aún no terminan por despertar.
Blanca: ya son casi dos meses de que te fuiste con aquel príncipe de caballo blanco y corazón negro. Regresa a nuestro bosque. A nuestro cuento. No importa que no traigas panecillos. Ni que ya no te pongas minifalda. Me partiste el corazón. Necesito de tus pies diminutos y dedos pequeños, para mordértelos despacito uno a uno.
Necesito hundirme entre tu desamparado vientre y contar los lunares de tu cuerpo, para olvidar este mundo sangriento y esta devastación que me consume. Ya no aguanto más Blanca, necesito de ti u-r-g-e-n-t-e-m-e-n-t-e.
Me dicen que estás muerta. No, tú no puedes morir. Me dicen que fui yo. Que aquella noche en el parque te devore sin dejar de llorar. Me hablan de disparos y de tu cuerpo blanco destrozado por mis garras. Dicen que esto no es un cuento, que se llama manicomio, y que en realidad te llamabas Blanca Nataly y no Blanca Caperuza y que no soy un lobo, sino alguien que perdió su alma por una mujer.
Blanca Caperuza.¿ dónde estás? Ven a quitarme esta blanca camisa de fuerza. Aleja a esos hombres que me atormentan con sus preguntas. Rompe los barrotes de esta habitación cubierta de colchones.
Ven Blanca Caperuza, ven y sálvame. Despierta de ese sueño. Y los ángeles del cielo han dejado de visitarme desde que tú no estás. Y todos saben que me partiste el corazón. Y por eso tuve que comerme el tuyo para estar juntos siempre. He recibido cartas de la cenicienta, de Blanca Nieves, incluso una de Gretel, toda manchada de caramelo, ofreciéndose para que te olvide, pero no blanca caperuza, te soy fiel, te sigo esperando. Aunque la hambre es canija, y uno nunca sabe cuando. Blanca Caperuza deja ya de bromear. Y regresa. Diles que todo fue un cuento, una mentira y que nunca has muerto. Aquí espero, aullando para que sepas llegar.
Posdata:¿ Podrías ponerte esa faldita de mezclilla y esa blusa café ,escotada?

lunes, 11 de agosto de 2008

Los Otros Viajes de Aleída

…Es tan corto el amor,
y tan largo el olvido…
Poema veinte, Pablo Neruda

Ahora de que verdad te has ido, no sé qué hacer con el resto de mi vida. Con este rosario de recuerdos que tú y yo hemos conformado y deformado, en cuatro años de estar juntos. Me siento como cayendo en un profundo pozo del cual, ahora lo sé, con esa certeza que da el abandono, no tendrá fin.
Ahora que te has ido, habrá que arrancar de las ventanas los amaneceres. Y habrá que ir al mar, a tirar todas estas palabras que ya no me sirven. A enterrar en las blancas playas del olvido, estos abrazos que se han quedado, al igual que yo, huérfanos de amor. Y devolver al Dios del mar, la única esperanza que ha aún me quedaba. Esperanza de ser un hombre, de ser un marino, de ser un pájaro.
Será difícil, despertarse después de cuatro años, cuatro años donde hubo peleas y distanciamientos, rosas y pecas, besos furtivos y berrinches de niña fresa, tormentas y chubascos, viajes por mares inexplorados, largas encendidas cartas de amor, noches de cuerpos perdidos entre no sé que islas y entre no sé que gemidos, fieras mordidas de sirenas, larvas recorriendo los vientres, faros encendidos en los ojos, luces inextinguibles desde el fondo de los barrancos: heridas y sangre inocente derramada, la tuya; guerras y reconciliaciones, pero nunca traición, nunca odio, nunca rencor. Y siempre, amor y confianza, amor y fe ciega, amor y promesas de no morir jamás y una mujer y una amiga y una niña y una amante y un sol y una noche. Sera difícil, por no decir imposible, por no decir muerte, no tenerte al alcance de mis manos y de mis sueños. Será como despertase en otra vida y tendré que aprender a ser otro, con distinto nombre, con un cuerpo vacío, con la sangre marchita. Tendré que aprender el modo de ver de los ciegos. Tendré que aprender a vivir muerto, porque la única vida que deseaba, porque la única vida que necesito, se ha ido contigo. Habrá que aprender a vivir sin corazón.
Quizá por algunos días, meses, logré engañarme, diciendo que no te has ido, que has partido a un largo viaje, un viaje lejos de mi vida, lejos de estas manos que no saben de explicaciones, de estas cuencas vacías por que tú eras su luz, por que tú eras su alimento. Pero que al final, como lo hizo Ulises, tú regresaras, y yo, pobre y patética Penélope, tendré que tejer la esperanza, misma que destejeré cada noche, misma que volveré a tejer una y otra vez, que otro destino nos queda a los abandonados. Que otra suerte tenemos los desamparados.
Ve, mi dulce y amada Aleída, a encontrarte con tus sirenas, a luchar contra tus ciclopes. A conjurar a tus Circes. Ve en tu largo viaje. Ve, olvida y perdona. Muere y renacer. Y si al final, te queda fuerza y voluntad, sabes que estaré esperando por ti, sabes que en mi cama siempre habrá sitio, y que en mi corazón, tu nombre es sagrado. Mi isla esta desierta si no estás tú para acompañarme. Mi vida no existe si no estás tú a mi lado.
Habrá que inventarse otras formas de exilio, otras formas para no ver llover y no presentir tu llegada, y no presentir tu voz. Habrá que desacostumbrar a mi mano de tu mano y mirar hacia otro lado cuando vea por la calle, esa misma calle que tanto se acostumbró a vernos caminar juntos, a otras tantas parejas tomadas de la mano, con la ingenua creencia de que su amor será eterno. Misma hermosa ingenuidad que alguna vez compartimos, de creernos diferentes, de creernos que podríamos soportar cualquier tormenta, que nuestro amor era imbatible, y no una farsa para no estar solos, y no un cruel engaño que nos hacia la soledad.
Ahora que de verdad te has ido, habrá que refugiarse en lo que fuimos por miedo de enfrentar lo que ahora soy sin ti, mujer; refugiarse en la nostalgia, reino de los muertos, vino de los pobres, fatídico recurso de los vivos; nostalgia para no volverme loco, para no gritar ser enterrado vivo junto a los recuerdos, única herencia de cuatro años juntos, que ahora se antojan tan notablemente lejanos, tan notablemente inciertos. Nostalgia, tristeza negra que quema las venas y destruye a los hombres.
Y no sé que me impedirá ir cada tarde a los muelles para buscarte en cada barco que llegue al puerto. Y no sé que me impedirá ir a preguntar a cuanta gaviota vea por tus rasgos, por tus señas, por tu voz, por tu cuerpo, por tus manos, por el color oscuro de tus ojos, por esa risa que me contagiaba vida, por años de niña veinteañera , por tus mohines, por la danza de tus pecas por la cara, por la dulzura de mis niñas, por la vida que te has llevado, por mis ojos que me han sido arrancados, por vida que ya no existe más. Ahora que de verdad te has ido, conozco el rostro de la muerte y el morir en las hogueras cada noche. Ahora que se has ido, quiera haber podido aprender a llorar. Y quisiera haberte pedido que ye quedarás. (jesusmarin73@hotmail.com)

jueves, 19 de junio de 2008

Nosotros, los otros mexicanos que sí queremos vivir en paz

Jesús Marín


Nunca se había visto el cielo azul de Durango surcado por tantos helicópteros a un mismo tiempo. Ojos desde las alturas hurgando entre las calles, observando el miedo de la gente, tratando de descubrir por dónde se nos fue la paz, por dónde se fueron los sicarios para atrapar a esa muerte, ahora tan cotidiana, ahora tan brutalmente común. Ese cielo que ha dejado de ser tan nítidamente azul para empezar a teñirse de un rojo de sangre. Un intenso rojo que da miedo, que nos hace pensar que aquí ya todo valió un carajo.
Y esta vez no se trataba del Señor Gobernador que en helicóptero se trasladaba a una comunidad indígena a entregar despensas y darse baños de huichol o tepehuano que tanto parece gustarle, enfundado en un ridículo atuendo que en vez de acércalo a los indígenas lo alejan más y más, al evidenciar que él no pertenece a esa comunidad por más bailes y gestos que haga.
Tampoco en esos brillantes aparatos iban empresarios japoneses buscando desde el aire un terreno donde construir más maquiladoras, para dar trabajo a miles de desempleados duranguenses que dice la administración actual que no existen, a cambio de un sueldo de explotación descarada.
Esta vez esos helicópteros no formaban parte de alguna caravana turística para promover nuestras bellezas naturales, a menos que ya sea ya natural perder la cabeza o ser acribillado por no sé cuantos miles de disparos. “Señores pasajeros desde aquí podemos admirar las hieleras en la carretera… Y a su derecha tenemos la Catedral, construida en 17…
No y no, en esos helicópteros mucho menos iban huyendo lo que queda de las policías ministeriales, aunque ganas no les han faltan. “Ellos tan fuertes, tan goliaths, tan erresquinces; nosotros, tan mínimamente Davides, tan resorteras, tan míseramente pagados, tan criminalmente asesinados. Y El declarando: “aquí nomas se mueren los malotes, todo está en paz, quesque es el efecto cucaracha, nomás que las cucarachas somos nosotros que nos están pisando a placer; hemos entregado un resto de patrullas, ay nomas les pedimos que mueran por la patria sin hacer tanto aspaviento, luego ya veremos que hacemos con sus huérfanos y sus viudas. Ah, y la Feria va a ser un éxito”.
Esta vez la realidad superó a la ficción. Los ejecutados y el miedo es real, no de película, nadie vendrá a decir ¡corteeen! y a parar las cámaras: los cartuchos aún están calientes, acabaditos de salir de la boca de la muerte, buscando un odio que acallar, una venganza que tomar, un miedo que acrecentar.
Sí, la lucha es entre ellos, los del cartel, los narcos, los asesinos, los zzetas o los xxs, pero en medio estamos nosotros, los que nomas queremos vivir en paz y ser felices, pese al salario mínimo, pese a los políticos que siguen viviendo en su particular país donde nomás por decir pendejadas ganar millonadas de sueldos sin mencionar sus negocitos particulares. Nosotros, los otros mexicanos que sí queremos vivir en paz, pese a quien le pese, felices para tener unos morritos y una mujer en quien refugiarnos; pero ya ven luego como es de ingrata la vida, y uno se opone al paso de una bala perdida y uno esta donde no debe estar y luego llegan ellos, los del ejército, los de la ministerial, y mundo acábate y mundo desmorónate, aquí todos son culpables hasta que se demuestre lo contrario, y el rompedero de puertas y jetas, y ¿cuáles pinches derechos humanos tienen ustedes? luego averiguamos si son inocentes, luego conseguimos las ordenes por lo pronto mis huevos mandan, o peor, llegan los otros, que es peor, los de las camionetas blindadas, los de armas relucientes, los que no tienen piedad y ahí se acaba el jolgorio, y ahí se acaba nuestra vida, ni tiempo de decir pío. Padre recíbeme en tu seno, en ti encomiendo el espíritu. Dinero maldito que todo compra y ya muerto pos que me toquen las golondrinas y ya muerto que me lleven enterrar entre cuatro zopilotes y un ratón de sacristán.
Eso sí, igualito que en las películas, la policía llega media hora después la balacera, del chirriar de llantas, nomás para mirar la polvorera a lo lejos, nomás para asustar mirones. Nomas a levantar el censo, a contar el número de balas percutidas, a recoger casquillos vacíos pa ver si se los cambian por uno lleno. A fotografiar los cadáveres ya sin sonrisa, ni cara donde registrarla. A recoger las hileras, ¿Pos a qué horas se acabaron las chelas? y las hieleras sin frías, en vez de hielo, sangre resaca, fríos despojos de lo que alguna vez fuera un hombre. ¿Y dicen que eran modelos recientes?, ¿de esas grandotas y de vidrios polarizados? ¿ Y todas con cuatro llantas? mira que tipos tan listos. Mientras las camionetas abandonadas, mudas y ciegas, se niegan a declarar. Luego el ridículo, el aceptado y el encubierto: ridículo número de muertos, ridículo armamento contra lo más mortífero del mundo. Ridículo e impotencia. Con la única cantaleta que parecen saberse: “estamos investigando y seguiremos investigando hasta el fin de los tiempos y cualquier otra declaración no debe ser tomada en cuenta, repito se esta muriendo gente que antes no se moría. Repito se esta muriendo gente que antes no se moría, eso es lo que tenemos más claro. Y que las balas matan. “como me hiere esa fecha a Don lamberto…”
Y la tierra de Durango dejó las películas para dar paso a una violencia real y contundente. Esos helicópteros son del ejército, que desde el aire buscan a los responsables de este ambiente de terror y ejecuciones que estamos viviendo. Ahora es imposible tapar el sol con un dedo. Ahora es imposible salir a declara que aquí no pasa nada. Ahí están los muertos, ahí están las cabezas, mudas y con los ojos muy abiertos. Ahí están los soldados que han sacado de los cuarteles, que bajado de la sierra, han dejado de ser soldados para convertirse en policías, en policías que no tiene miedo de anda, ni de morir: mexicanos al grito de guerra y un soldado en cada hijo te dio.
Miedo de la gente tirada en el piso de sus casas ante el horror del crujir de vidrios rotos, de balazos en las paredes, de lágrimas de miedo. De aullar de sirenas y el traqueteo de armas, de la sangre que va escurriéndose por las alcantarillas que antes, no hace mucho sólo recibía el agua de lluvia. Ahora el bautizo de sangre se da en cualquier iglesia y en cualquier parte de la ciudad. Ahora ni rezar es suficiente.
Y sí, son de verdad esos camiones de soldados , perfectamente armados y listos para entrar en combate que ha empezado a vigilar nuestras calles, pero esta vez no es una guerra convencional; es una guerra que se tiene que ganar a como de lugar, pese a mandatarios estúpidos, a funcionarios corruptos a mandos ineficientes, a falta de equipo y logística.
Una guerra donde va en riesgo nuestra seguridad nacional y el futuro de nosotros, los mexicanos, los que a diario tenemos que vivir y sobrevivir en este país, los que no nos queremos ir a vivir otras culturas, a sufrir discriminaciones; nosotros queremos quedarnos aquí, por es donde nacimos, porque es donde están nuestros antepasados, donde enterramos a nuestros muertos. Nosotros queremos vivir en Durango aunque muramos por no sé que guerra, por no sé que incapacidades. “Durango, Durango mi tierra querida, callada y tranquila ciudad colonial”…
Una guerra que estamos perdiendo en las calles, en nuestros hogares, cuando en esa guerra los primeros en caer son nuestros jóvenes, victimas de las drogas, cuando en esa guerra ya nos da miedo salir a la calle, a seguir luchando por un lugar en este mundo. Ellos nos están quitando la vida. Y lo terrible, nos están quitando la esperanza.
Esta vez la gente al mirar hacia el azul de cielo y ver a estos pájaros dorados, no exclamó la admiración de siempre, no, esta vez fue un suspiro de alivio, un ojalá que ellos sí puedan protegernos.
Y sí, no era la nueva película de Rambo, ni la tercera guerra mundial, esto es real. Ya no se tratan de escenas que vemos en la televisión de una guerra distante en Irak o de las ejecuciones que ocurren en la lejana Tijuana. Esto esta ocurriendo aquí, hoy y ahora. Y Dios nos agarre confesados. Y aquí nos toco vivir. Y aquí nos tocara morir. De aquí no nos movemos. Durango es nuestro y de aquí no nos moveremos. (jesusmarin73@hotmail.com)

La Orfandad de las hormigas

Jesús Marín

Una de esas estrellas tiene tu nombre me dijo la voz de la abuela, una noche cuando
todos dormían, una noche limpia de nubes y claridad de madrugada. Se escuchaba el respirar de grillos y el lamento de las ánimas.
Me lo dijo mientras sus morenas manos tejían canciones en mi cabello. mientras me daba sorbos de chocolate. Chocolate más hermoso jamás he vuelto a soñar. Manos más amorosas jamás he vuelto a sentir.
Desde entonces, aún ahora sigo creyéndome dueño de una estrella, sigo escuchando el lamento de las ánimas. Sigo atesorando las palabras de mi vieja.
VI
Mi vocación de inventor de historias proviene de mi abuela, la mestiza, que nació de sangre tepehuana y sangre de no sé dónde, la que era pequeñita como tallo de amapola pero tenía ciclópeos ojos de lechuza y alas infinitas para alcanzar la luna.
Y un rostro de niñez inconclusa surcado por millares de tortugas sonriéndole desde adentro de la piel. Y manos para nombrar las cosas del mundo. Y manos para atrapar los secretos de la noche.
Su piel conservaba la calidez del campo y aún olía al río donde refrescaba sus pies de niña. Sus ojos irradiaban luz al recordar los sabores de su niñez. Y de sus dedos brotaban blancas rosas que estallaban en mi rostro.
VII
Abuela nunca dormía, pasaba las madrugadas mirando el cielo, inventando historias para invocar al sueño. Me contaba de la niña que muere de tristeza cada noche que pasa lejos de su niñez. Y cuya alma se convierte en negra mariposa.
Entonces sus ojos se le iban extinguiendo y guardaba las perlas entre sus labios y se convertía en piedra viviente y de su boca volaban mariposas.
No la comprendí hasta el día en que murió cuando una mariposa negra se posó bajo la higuera justo encima de mi cabeza.
Entonces supe que la niña triste en realidad era mi abuela.
X
Antes de cumplir los nueve años tuve los oficios más variados y peligrosos del mundo. Hubo mañanas en que fui jinete en la lejanía del oeste, pirata perseguido por la furia del mar con feroz espada de afilada madera y un sombrero de periódico.
Y antes del mediodía había conquistado medio universo conocido. También fui pistolero de dorados y brillantes revólveres que colgaban de mis fundas por debajo de mis pantaloncillos cortos.
Y pese a ser valiente y osado, de ser sagaz y aventurero tenía que estar en casa a la hora de comer o arriesgarme a enfrentar al pistolero más peligroso del mundo: a mi madre, que no tenía sendas pistolas, que no llevaba fundas a la altura de la cintura pero sabía que con abrazarme preso era de sus besos, rehén de sus cariños.
Mi madre es mi brújula y mi chamán mi sanadora de dolores, mi fuente de ternura y casi nunca me besó más que con la mirada. Pero se mantuvo dos meses al pie de mi cama cuando la fiebre no cedía rezando el rezo de las madres, único rezo enseñado por Dios. Y me hacía pasteles de chocolate y se quedaba con los mendrugos para que yo nunca pasara hambres; hay en las madres del mundo secretos desde antiguo que les dice como ser madres, que les indica como ser Dios…
XII
Mi madre renunció a ser mujer antes de los veinte años, abandonó su cintura estrecha, a su única muñeca de trapo para darme lo que ella no tuvo.
Aguantó los golpes de mi padre, el rechazo de mi abuela, la francesa para ofrecerme lo único que era suyo, su vida plena, sus lágrimas que lavaron mis lágrimas, sus abrazos que aún los llevo aquí dentro y sus hermosos ojos que ya no me han vuelto a mirarpero que miro cada noche y me protegen de mis miedos y me arropan y me cuidan.
Mi madre era una mujer triste que ocultó su tristeza y como todas las mujeres del mundo fue crucificada y como todas las mujeres del mundo ofreció la otra mejilla y como todas las mujeres del mundo vive eternamente. Antes de ser mujer era mi madre. Es mi madre. Y junto con mi abuela me salvaron del mundo. Y me convirtieron en lo que soy para bien o para mal. Mi madre no ha de morir mientras yo viva. (jesusmarin73@hotmail.com)

miércoles, 21 de mayo de 2008

Sin Defensa Alguna


Jesús Marín


Damas y caballeros del jurado. Señor Juez, público en general y mundo en particular: confieso que he leído. Me declaro culpable. Llevo casi toda mi vida haciéndolo. Y también debo confesar que lo disfruto intensamente. Me declaro culpable de todos los cargos. Lo hago desde que tengo uso de razón. He llegado a extremos en verdad vergonzosos para ello, criminales para algunos que jamás han caído en los tentáculos de esta enfermedad. He llegado al engaño y a la traición: hubo noches, oscuras noches en mi niñez, en que esperaba que todos en casa durmieran para leer a escondidas, para leer en paz y sin interrupciones de ninguna especie. Metía a escondidas un libro bajo las sábanas de mi cama y bajo la luz de una lámpara de pilas, devoraba páginas enteras en horas que otros niños dedicaban al descanso, desobedeciendo tácitamente a mis padres que no se cansaban de gritarme:¡ apaga esa luz y duérmete! Pero quién en su sano juicio podría conciliar el sueño, sabiendo que la vida de Sandokan estaba en peligro, nadie, creo yo. Y a veces, en vez de disfrutar mi niñez, jugando pelota con mis amigos en las calles, llenándome de sol y aire, prefería pasarme horas bajo la cama, aterrorizado por las atmósferas insanas y los personajes macabros de un tal Edgar Allan Poe; si en todo caso hay culpa en ello, que comparta parte de la misma este señor, cuyas historias fermentaron y fomentaron en gran medida mis primeras ansias por leer y seguir leyendo.
Pero si de buscar culpables se trata, la culpa de todo la tiene la abuela, y no era una de esas viejecitas de cabeza blanca y mirada dulce, no, mi abuela es culpable de donde he llegado en esta carrera como lector insaciable. Apenas abría su boca, a mi abuela, le brotaban miles y miles de historias de sus labios, cosa increíble en un Ser que apenas rebasaba el uno cincuenta de estatura; cada una más aterradora que la anterior, más de una vez preferí aguantarme las ganas de orinar a tener que perderme el final de una de sus narraciones, aunque siendo sincero debo confesar que mayor era mi miedo a mi urgencia urinaria. Prefería valientemente escuchar a mi abuela referir cada noche, los casos más espeluznantes de aparecidos y ánimas en pena. Era fascinante oírla contar de mujeres que al sonar las doce de la noche se sacaban los ojos y los enterraban en las cenizas para transformarse en pálidas lechugas que salían a embrujar a quien se encontraran, y volver antes del amanecer so pena de quedar ciegas para siempre.
Cinco años, fascinado, escuchando aquella viejecita, morena, encorvada, cinco años entre sus historias que sembraron en mi mente la inquietud para saber y conocer más. Sin sospechar hasta donde me llevaría esta terrible y hermosa adicción. Sin sospechar que algún día estaría frente a ustedes, Señores del Jurado, reconociendo mi falta, aceptando la culpa de haber leído no sé que número finito de libros y de conocer no sé que número infinito de historias y mundos, de muertes y vidas, de amores y soledades.
Debo acepta que no haber sido por los libros no habría sobrevivido a una infancia donde para asombro y horror de los niños actuales, no teníamos televisión con no sé cuantos canales por cable y mucho menos computadoras, lo más cercano al futuro inmediato, al que hoy vivimos, eran las maravillosa historias de Asimov y Ray Bradbury.
Sí, reconozco que a simple lectura pudiera interpretarse como egoísmo de la peor ralea pero no tuve otra opción, fui empujado a ello. Y si aprendí a leer fue para estar un poco más cercano de mi padre, en primera instancia, pero luego fui víctima de mi propia trampa y desde entonces, leer se ha convertido en un acto ya no de placer sino de supervivencia misma.
Yo ya no concibo el mundo, mi mundo, sin libros. Leer es parte integral de mi cuerpo, sangre que recorre mis neuronas y si bien nunca he sacado beneficio económico o altos honores, he podido comprender la diferencia entre ser un hombre feliz y satisfecho, a la de ser un hombre ciego del alma. Leer es el alimento del espíritu, cualquiera que sea su naturaleza moral. Leer no te hace más sabio, te hace más libre.
Y entonces bajo estas circunstancias debo decir con el mayor orgullo del mundo: confieso que he leído.
Y no me importa si me condenan Señores del Jurado, el daño está hecho y es permanente, y lo es peor, incurable.
Condénenme a seguir leyendo de por vida, hasta que mis ojos dejen de percibir luz y mi alma deje de latir.
Leer no te sirve de nada, excepto para no vivir solo. Excepto para hacer de ti un hombre, un solador, un guerrero, sirve para sobrevivir a este mundo, a esta realidad, sirve para reconstruir cada día el universo. Culpable soy y no me arrepiento.

Sin defensa alguna

Columna Duranghetto
de la revista Contralíneas
Jesús Marín
30 de mayo 2008
Recién llegado de Mexicali del encuentro literario Tiempo de Literatura 2008 MXL, donde por tres días reunió a cerca de cincuenta escritores de todos lados y laredos; Chicali, con lo dicen los oriundos, es un infierno: 60 grados a la sombra y aquí ya nos morimos con 30 grados. Infierno el clima, pero calidez de la gente, de los escritores, gente de muy diferentes rumbos y estilos, el J.M. Serfín , maestro y cronista del nuevo llamado periodismo, es decir, aquel donde un escritor ejerce los oficios de periodista en la crónica y en le reportaje y recupera la esencias del periodismo: contar historias informando, es decir aquel que profesaron London y Hemingway: contar historias reales , dentro de una ficción literaria mientras informan de un hecho. Y que en nuestra Latinoamérica: García Márquez es un verdadero Maestro. Tres días de literatura, de presentaciones de libros, de un calor bárbaro, y eso que todavía no estamos en agosto, decía los chicalenses con un dejo de burla. De conocer nuevas caras y nuevos estilos literarios, presentación de revistas independientes, otras sólo un poquitín, de revistas virtuales en la red. El encuentro literario Tiempo de Literatura 2008 MXL, fue organizado por AML producciones, la auténtica mafia literaria encabezada por la jefa de jefas, la escritora Elma Ruelas. Y los problemas berrinches y corajes no los hicimos en el traslado pa aquellas fronteras, ni cuando tuvimos que tomar cuatro Aviones, cinco horas de vuelo nomas mirando nubecitas blancas y un cielo que de tan hermoso parecía que de una momento a otro aparecería un ángel con mandolina y todo, no, el coraje berrinche fue cuando tuvimos que trasladarnos al Aeropuerto Guadalupe Victoria, de nuestro Duranghetto ante el abuso de los taxistas y el silencio cómplice de las autoridades: los cabrones taxistas cobran los que da la gana y a como se le hincha: mínimo doscientos pesos, libres de impuesto por la dejadita al “Airopuerto” y háganle como quiera al cabo papi sindicato protegen y las autoridades nos la pelan. Y así pretendemos crecen en Durango ante estos robos descarados. Pero sigamos con el encuentro: Mauricio Bares, tipazo y escritor, de esos de vanguardia, se parece de primeras a David Bownie, editor por años de nitro/ press, libros con un diseño de poca madre, publicándole a escritores riesgos, de esos que nada tiene que ver con la simulación literaria, de él nos trajimos: “Sobredosis” y un antología : “me ves y sufres” con relatos de Rubén Bonet, Mauricio Bares, J.M Servin y Pepe Rojo, en la llamada narrativa express; a la escritora jalapeña pero residente en Juaritos, la Magali Velasco que nos brindó su más reciente libro: “El cuento: la Casa de lo fantástico” editado por el Fondo Editorial de Tierra Adentro, con quien conversamos largo y tendido sobre los amigos y enemigos mutuos, sobre los consejos y desconsejos de qué escribir , claro esta, acompañados de frías Tecate, la cerveza dominante por aquellas regiones; revistas independientes de buen ver y mejor leer: de Culiacán, “Textos” con su editor Irad Nieto, “Alta noche” de Víctor Hugo Barrera y Olga Angulo y una virtual: “ hermano cerdo” de Daniel Espartaco del distrito Federal. Luego uno no deja de comparar, entre lo que estamos haciendo en Durango y lo que hacen fueran de estos muros, los que llevamos en la piel y los que rodean la ciudad, muros invisibles y por lo tanto infranqueables, y sí, salimos perdiendo; aquí seguimos enfrascados en descalificaciones y una literatura mediocre y de principios del siglo pasado, claro con sus excepciones, como la de Miguel Ángel Ortiz Reyes, que acaba de ganar el premio nacional de literatura Amado Nervo, pasa ya sumar tres nacionales, cosa nunca vista en Duranghetto, y los que le faltan al Miguelito, felicidades e envidia de la buena, si es que hay de esa. Y sí, estos encuentros de debate sirven para darnos cuenta que estamos más cercanos en Durango, del periquillo Sarmiento que de la literatura que se esta haciendo hoy y ahorita. Chavos jóvenes de Tijuana y Mexicali así nos lo mostraron, de Sonora, Sinaloa, Monterrey, chavos estudiando letras, pensando y escribiendo en dos idiomas, creciendo a la par con la tecnología, pero sobre todo con la mentalidad abierta al mundo. Entre los asistentes podemos mencionar algunos: el Omar Pimienta, de Tijuas, el maestro poeta primer traductor de Buko: Roberto Castillo, los monterellenos: David López y Minerva Reynosa con su chilango light, El rafa Saavedra que se cuece aparte, y un resto de camaradas que por motivos de espacio no acabaríamos de mencionar. Chido de vez en vez andar de pata de perro, pero siempre extrañando a nuestro Duranghetto. Y felicidades al Alfonso Cano Maa, caricaturista y compa, por ganar el premio nacional de caricatura, chido carnal. Merecido, eso que ni que. ( jesusmarin73@hotmail.com)

sábado, 10 de mayo de 2008

A ochenta años con Carlos Fuentes y a cincuenta de la región más tranparente

Jesús Marín

"Lo que un escritor puede hacer políticamente debe hacerlo también como ciudadano. En un país como el nuestro el escritor, el intelectual, no puede ser ajeno a la lucha por la transformación política que, en última instancia, supone también una transformación cultural."
Carlos Fuentes en un Ensayo para la revista Tiempo Mexicano, en 1972
El once de noviembre de este año, Carlos Fuentes cumplirá ochenta años. Ochenta años de ser uno de los escritores precursores del llamado Boom latinoamericano. Ochenta años de ser el mexicano más cosmopolita, extranjero en su tierra y mexicano universal. Ochenta años tras la búsqueda soñada del Óscar, y por fin, lograr la eternidad literaria a que todo escritor aspira. Ochenta años de literatura, con sus altas y bajas, con su gloria y su contradicción, con genio y con las acusaciones de plagio que pesen en su contra, pero que no han logrado ensombrecerlo ni disminuir su soberbia.
Carlos Fuentes con Octavio Paz, han escrito parte de la historia de la literatura mexicana contemporánea. Y para entender a Fuentes habrá primero que entender a Paz. Fuentes sin Paz no podría existir, literalmente como Tal. Como el Carlos fuentes que habla mejor ingles que español. El Carlos Fuentes de una infancia sin vacaciones por asistir en verano a las escuelas de la ciudad de México para no perder la lengua castellana y aprender la historia de su Patria. El Carlos Fuentes que estudia en Santiago de Chile en el colegio inglés The Grange en tiempos del Frente Popular chileno y de la guerra mundial, que afectan profundamente en su sensibilidad. El Carlos Fuentes viviendo en Buenos Aires a los pocos días de la toma del poder por el general Farrel, que en rebelión contra la educación fascista del régimen militar, se dedica a descubrir el sexo, el tango y la obra de Jorge Luis Borges.
Ese Carlos Fuentes, amado y odiado, mexicano y extranjero, el único que ha sido capaz de escribir sobre México desde la lejanía del destierro voluntario, de la educación en los mejores colegios del orbe, escribir sobre México sin ensuciarse de los zapatos de lodo desde una ventana en París, mirando y aspirando su snobismo con el Sena a sus espaldas. El del delicioso extranjerismo, el exótico, el que este año del 2008, cumple ochenta años de vida. Ochenta años celebrados por el Instituto de Cultura del Estado, con una mesa redonda en el museo de arte Guillermo Ceniceros, con el churrumbel al frente por haber resultado imposible conseguir al mismísimo festejado; con los reflectores alumbrando como le gusta al hombre que fue amado por Ava Gadner, mató a Franco y le enseñó lecciones de filosofía a Sastre.
Mesa redonda con la exquisita Cinthia Quiñones, fina y elegante, con su eterna jerga revolucionaria-maxista-arriba-el-ché, y que esa noche del jueves 24 de abril, tomó como pretexto el cincuenta aniversario de la novela de Fuentes “la región mas transparente “,novela que captura, a decir de la ponente, como nadie, la imagen de la ciudad de las ciudades de Latinoamérica, de la ciudad monstruo, la ciudad de México, la llamada ciudad de los palacios. Y cuyo pretexto le sirvió a la camarada Cinthia Quiñones como una vía para dar a conocer una vez más, lo jodido que estamos en la sociedad actual, al culpa de los gobernates y su corruptelas y un largo etc. demagógico y caduco, para declarar su amor –odio por Carlos Fuentes, que después de no sé cuantas cervezas, acaba siempre en la borrachera hablando del maldito hijo de su madre que tanto desprecia pero que tanto ama. a ese hombre al que las ciudades le crecen por dentro. Y que en su novela “la región mas transparente del aire” captura como nadie a la sociedad mexicana con sus clases y sus tradiciones, con su miedo y su mediocridad. “Y ese miedo del mexicano al vacío, al no saber cual es su origen”.
A cincuenta años todos somos lo mismo, somos hijos de una revolución fallida que no terminamos de superar, con héroes cada vez menos heroicos y eso si, cada vez más nacionales. Una intervención inteligente, con un texto bien escrito, aunado a la dulzura de su juventud, fue lo que abrió la noche, la que que prometía ser la noche de Carlos Fuentes, que la final resultó que Luis Ángel Martínez Diez es en realidad quien aspira a ser nuestro Carlos Fuentes duranguense.
Y no fue la casualidad que Cinthia Quiñones abriera el debate, no fue mero acto de caballerosidad: la mesa completada y complementada por el filosofo en ciernes, ya que un filosofo que se respete no es filosofo hasta cincuenta años después de su muerte: Iván Alvarado, Manuel Salas, Doctor en alguna Universidad de de la mancha de cuyo nombre no se puede acordar nunca, y por el Churrumbel, jefe supremo y mano izquierdoza que gobierna como fascista y cobra como priista. EL orden estaba dado, la mesa partiría por juventudes tempraneras hasta momizas momificadas.
Iván Alvarado, con una voz ocre, plagada de cobrizas nostalgias - quizá por Heggel o Nieztche, retoma el tema, y como todo buen y amargado filosofo, dejó de lado la novela en cuestión, a Carlos Fuentes y se centro en sus muy personales dudas existencialistas, fue clara su obsesión filosófica, a la cual le dio vueltas y vueltas, sin llegar a ningún sitio: ¿qué es lo mexicano? repetía una vez y otra vez, con una voz cansada, con una fatiga crónica, con una voz desde un desértico islote donde se halla prisionero, él y toda la filosofía del mundo heredada por sus tutores germano. “Mexicano es un sueño. Mexicano es el que no se raja. Mexicano es la desgraciada búsqueda de lo que somos. Mexicano es un progreso estancado”. y Vladimir seguía hundido y perdido en las oscuras aguas de la filosofía, y la voz nos llegaba de lejos y la gente poco a poco desapareciendo y la pregunta en su mente, ¿qué es lo mexicano? ,¿qué es lo mexicano? Y esta vez los mariachis no callaron, porque ni Mariachis había.
Finalmente se perdió en una metafísica de la cual ya no pudo escaparse- de la cual se sospecha lleva gran parte de su joven vida tratando de escaparse. y su voz se fue diluyendo entre ruidos y comentarios de los asistentes.
Tocó el turno al nuestro españolete nacido en Nuevo ideal, Manolo, y como siempre, sin dejar su pose doctoral, de doctor sin doctorado, académicamente correcto hasta en la forma en que acomodó su trasero, nos descubre el hilo negro de la noche: a la novela no la hace el autor ni la novela como tal, la hacen sus lectores; asombrados ante tan magnitud de verdad revelada, continúa con una cátedra bastante ilustrativa del momento histórico en que fue concebida la novela, del México de los cincuentas, del llamado milagro mexicano, del gobierno de Miguel Alemán que rompe por fin con los militares en el poder.
Fuentes, afirma Manuel Salas, toma un fotografía exacta y nítida del México de los cincuentas, es como una gran mural, y se pregunta y él mismo se responde: ¿qué le sucedió a la revolución mexicana? sólo sirvió para que en México apareciera los fraccionamientos y el surgimiento de una clase media.
Y segunda noticia asombrosa revelada por el Doctor Salas: Fuentes es un burgués. Un burgués que conoce a Paz ,cuyo maestro compartieron en la figura de Alfonso Reyes. Y sin el notable ensayo de Paz: el laberinto de la soledad, la novela de Carlos Fuentes “la región mas transparente, no hubiera sido concebida en los cincuentas y publicada hasta el 1959.
Carlos Fuentes es un gran muralista orozquista aclama el doctor Salas, ante asombro de propios y extraños, donde pinta y retrata los mexicanos de todas clases, olores, sabores, con el humor y el chascarrillo, con recursos narrativos que rompen esquemas caducos , con la música popular mexicana como personaje, con los giros idiomáticos que el escritor Fuentes maneja y conoce. “Somos la consecuencia de una revolución traicionada y somos la marginalidad que existe hoy en dia” Órale, la frase de la noche en boca de Manolo. “Ser mexicanos no es lo mejor que pudo habernos pasado pero no tenemos otra opción”, terminando su intervención Manuel Salas.
El reciento del Museo Ceniceros lleno, con lo granado y selecto de la cultura localita, uno que otro escritor despistado en busca de sí mismos, periodistas de la fuente, la belleza deslumbradora y alumbrada de Barby, nuestra Barby, los aullidos de lobo hambriento del vítor Hugo al verla y cuasi comérsela con la mirada, la caballerosidad no exenta de langarismo del churru que desciende de la mesa redonda a obsequiarle un librito a nuestra Barby, tan sólo para comprobar que los ángeles sí existen, los flashazos a destiempo.
El interés no tanto en la conferencia ni en los conferencista, mucho menos en sus alegatos y egos desbordados, sino en la promesa de conseguir una ejemplar de la novela festejada, de llevarse un librito de la edición conmemorativa de los cincuenta años de “la región mas transparente”, interés que retenía y aglutinaba al respetable. La botanuca nais en los jardines del recinto, asaltada y saqueada por la perra hambre sempiterna de los gorrones de siempre; las esposas aburridas reclamando la pequeñez de las copas de vino tinto, obligadas a actuar de reinas consortes de sus funcionarios y cultos más no ocultos maridos.
Y ya el escenario, nuestro churumbel, con su sexagenaria sonrisa y su eterna pre-adolescencia nunca superada, y nosotros con el oído listo y el morbo despierto, para ver que vacilada, rebuzno o cosa sabía iba a declamar o reclamar, no se sabe con este español nacido en Durango, con este dandy, como el mismo se ha declarado: ciudadano del mundo y empezó – obvio y predecible- con una lista de similitudes entre el mimo o el mismo, y Carlos Fuentes: que si aquel vivió en Santiago de chile, Argentina, Miami; él estuvo en el Df, Madrid, Barcelona, la Habana, Tucumbú. Que si Carlos fuentes es guapo, él lo es más, que si Carlos Fuentes tiene dos manos , el también, para finalmente declarar que solo alguien que ha vivido fuera de su país puede entenderlo y pudo haber escrito una novela como esa. Por eso él es mas durangueño que el mismo caldillo duranguense.
Y para no variar, como siempre que habla el churru, el protagonista es él mismo, el héroe es él mismo, Crsito super estrella es él mismo; habla de lo grande que es y sigue siendo, de como Carlos Fuentes lo conoció hasta hincarse emocionado por tal suerte, para suerte y encanto del ahora ochentero. Habló de los personajes duranguenses que aparecen en la novela, de cómo nos llamó los “dientes podridos” por el coraje de que un duranguense le dio bajé con una ruca que resultó ser Rita Macedo, pero zacatón y medio hablador que es el Churru no quiso dar el nombre del ganón durangueño que le quitó una vieja a Fuentes y que por eso Fuentes odia a duranguito bello.
Si bien es cierto que Martínez Diez habló de la vida, amores, tragedias, chistes y gracias de Carlos Fuentes siempre lo hizo comparándose y equiparándose con su propia vida, estableciendo un paralelismo sospechoso entre ellos. Y entre tanta parrafada de palabras, diarreas verbales involuntarias, el Churru tiene sus destellos, sus momentos de lucidez: Carlos Fuentes es un gran escritor pero también es un gran escritor, al revés volteado de mí mismo, es decir del propio churumbel que es un gran personaje, de carpa, pero al fin personaje en la tragicomedia de la cultura local.
Carlos fuente es de izquierda dentro de la constitución, y la ausencia de su país lo hizo más mexicano, por eso pudo escribir una novela así, del México de los cincuentas, termina diciendo el Churru, entre ovaciones, flores, y lagrimas de sus subordinados que aplaudieron rabiar como si les dieran aumento de sueldo con cada aplauso.