lunes, 22 de septiembre de 2008

el libro de Sarah

El libro de Sarah, la verdadera historia.


A veces es imposible hablar cuando se habita la oscuridad. Cuando un solo nombre hace que se derrumbe el cielo. El libro de Sarah es una antología de poesía, escritos para una muchacha llamada Sara. Son cartas y poemas en prosa publicados durante más de dos años en diferentes revistas y periódicos de Durango. Y hoy, con este libro se le rinde un homenaje póstumo a ella, Sara, desaparecida del mundo de los vivos hará cosa de dos años.
Dos años que son apenas breves instantes en la historia de la eternidad, pero para quien los sufre se convierten en siglos de desesperación. De cierta manera yo la maté. Y sigo libre, y sigo vivo, bueno si ha esta forma de sobrevivir sin ella, se puede llamar vida. Esa es mi condena: seguir vivo sin Ella.
Son poemas y cartas que le he escrito a Sara desde el exilio, desde el destierro a que ella me condenó aquella madrugada de septiembre, cuando en la tina de baño de un hotel de paso de Tijuana, a donde nos habíamos refugiado en un intento de construir un mundo para los dos, en un intento de olvidar el dolor y la guerra.
Fue a las tres de la madrugada cuando el intenso frío y el silencio me despertaron, y ella ya no estaba a mi lado, desde el baño provenía un pálido resplandor, como si un pequeño sol estuviera fraguándose ahí dentro; un goteo se escuchaba, un goteo de sangre y no de agua como pensé en ese momento: Sara, pequeña, ¿estás ahí?
Me encontré con su rostro pálido, con su cuerpo de ángel despojado de toda santidad y con sus ojos tan abiertos que aún no dejó de de mirarlos, aquí en mi mente, aquí en mi corazón. Esa mirada vacía donde antes brillaba la luz que iluminó este vacío corazón. En sus ojos, donde antes habitaba una fe que mujer alguna me había brindado en mi vida errante, los encontré terriblemente condenatorios, cómo preguntándome, ¿por qué no la había salvado? Y ahí terminó todo, cuando esa mirada fue estéril, cuando esa mirada ya no provocaba tempestades. La encontré frágil y quebrada, con las venas abiertas, ya sin gota de sangre, ya sin gota de vida, dejándome unas cuantas letras a manera de despedida: “quizá sólo no tengamos que buscarnos, ni gritarnos, sino sentirnos, permitir que nuestra esencia entre en nuestro Ser recorriéndonos, cuídate mi Señor, mi amado demonio, y perdona mi cobardía”
Fue cerca del mediodía cuando avisé a las autoridades, me quedé casi diez horas estático, mirándola. No quería separarme de ella. Luego vino el interrogatorio, las aclaraciones, el viacrucis. Desde entonces lo único que he podido hacer es escribir estas cartas de amor, cartas de amor agónico, de un amor que ni la muerte ha podido destruir. Y sé -tiene que ser así, Dios no puede ser tan cruel- , que de algún modo, ella sabe que la sigo amando. Hoy, a dos años de su desaparición física, todavía no puedo entender porque me abandonó de esa manera, porque me dejó en este desamparo. Apenas recuerdo, entre brumas, que fui interrogado, luego entre amigos poetas de allá, me ayudaron a sepultar su cuerpo en el cementerio municipal de Tijuana. Ahí también me sepultaron a mí, esa tarde.
El libro de Sarah reúne los escritos que durante más de dos años le estado enviando al infinito, pidiéndole que regrese de donde se encuentra. Sé que algún día volveremos a estar juntos. Ella tenía veintidós años cuando tomó la decisión de abrir sus venas y escapar. Yo ahora me siento como de cien años. En el libro de Sarah recoge diez cartas escritas a la llamada princesa oscura, al ángel, al demonio, a la niña siempre triste llamada Sarah, Sara, fue la única manera que encontré ya no de vivir, si no sobrevivir estos años, duros años de sentirme culpable por no haber dicho una palabra, por no haber estado cuando ella más me necesitaba. De cierta manera, también es una catarsis, una forma de expiación, de resucitarla, porque lo que uno ama desde el corazón jamás muere. Quizá también sea una forma de volver a empezar. ¿Aunque cómo se puede vivir sin corazón?
Decía le escritor Oscar Wilde, que aun desde el fondo de un barranco es posible ver las estrellas. En el libro de Sarah, aparte de las cartas, se encontraran varios testimonios, escrito bajo el mismo luto, bajo el mismo dolor de perdida, porque cuando uno pierde lo que más amaba en la vida, la misma vida se acaba ahí mismo. Y yo me quedé aquella fría y lluviosa tarde de septiembre, cuando en compañía de algunos cuantos hermanos poetas, me acompañaron a llevar ese burdo féretro de madera donde estaban los restos mortales de mi princesa, y todavía sigo escuchando cada noche su voz, repitiendo entre el viento, mi nombre, el que sólo ella conoce.
No sé donde estés Sara o si me estás observando con tus tristes cálidos ojos, pero va por ti, este humilde homenaje. Este ultimo verso. Esta ultima ilusión. Ya estoy muy cansado, cansado de despertarme cada mañana y no verte, de mirar esa única foto que nos tomamos en el desierto de Sonora, donde gritamos al viento nuestro verdadero nombre. Estoy muy cansado mi amada Sara, ven por mía ya no soporto más,. Y seamos la luz más bella, amada niña. Te amo donde quiera que estés.

2 comentarios:

Imagino dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
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