lunes, 11 de agosto de 2008

Los Otros Viajes de Aleída

…Es tan corto el amor,
y tan largo el olvido…
Poema veinte, Pablo Neruda

Ahora de que verdad te has ido, no sé qué hacer con el resto de mi vida. Con este rosario de recuerdos que tú y yo hemos conformado y deformado, en cuatro años de estar juntos. Me siento como cayendo en un profundo pozo del cual, ahora lo sé, con esa certeza que da el abandono, no tendrá fin.
Ahora que te has ido, habrá que arrancar de las ventanas los amaneceres. Y habrá que ir al mar, a tirar todas estas palabras que ya no me sirven. A enterrar en las blancas playas del olvido, estos abrazos que se han quedado, al igual que yo, huérfanos de amor. Y devolver al Dios del mar, la única esperanza que ha aún me quedaba. Esperanza de ser un hombre, de ser un marino, de ser un pájaro.
Será difícil, despertarse después de cuatro años, cuatro años donde hubo peleas y distanciamientos, rosas y pecas, besos furtivos y berrinches de niña fresa, tormentas y chubascos, viajes por mares inexplorados, largas encendidas cartas de amor, noches de cuerpos perdidos entre no sé que islas y entre no sé que gemidos, fieras mordidas de sirenas, larvas recorriendo los vientres, faros encendidos en los ojos, luces inextinguibles desde el fondo de los barrancos: heridas y sangre inocente derramada, la tuya; guerras y reconciliaciones, pero nunca traición, nunca odio, nunca rencor. Y siempre, amor y confianza, amor y fe ciega, amor y promesas de no morir jamás y una mujer y una amiga y una niña y una amante y un sol y una noche. Sera difícil, por no decir imposible, por no decir muerte, no tenerte al alcance de mis manos y de mis sueños. Será como despertase en otra vida y tendré que aprender a ser otro, con distinto nombre, con un cuerpo vacío, con la sangre marchita. Tendré que aprender el modo de ver de los ciegos. Tendré que aprender a vivir muerto, porque la única vida que deseaba, porque la única vida que necesito, se ha ido contigo. Habrá que aprender a vivir sin corazón.
Quizá por algunos días, meses, logré engañarme, diciendo que no te has ido, que has partido a un largo viaje, un viaje lejos de mi vida, lejos de estas manos que no saben de explicaciones, de estas cuencas vacías por que tú eras su luz, por que tú eras su alimento. Pero que al final, como lo hizo Ulises, tú regresaras, y yo, pobre y patética Penélope, tendré que tejer la esperanza, misma que destejeré cada noche, misma que volveré a tejer una y otra vez, que otro destino nos queda a los abandonados. Que otra suerte tenemos los desamparados.
Ve, mi dulce y amada Aleída, a encontrarte con tus sirenas, a luchar contra tus ciclopes. A conjurar a tus Circes. Ve en tu largo viaje. Ve, olvida y perdona. Muere y renacer. Y si al final, te queda fuerza y voluntad, sabes que estaré esperando por ti, sabes que en mi cama siempre habrá sitio, y que en mi corazón, tu nombre es sagrado. Mi isla esta desierta si no estás tú para acompañarme. Mi vida no existe si no estás tú a mi lado.
Habrá que inventarse otras formas de exilio, otras formas para no ver llover y no presentir tu llegada, y no presentir tu voz. Habrá que desacostumbrar a mi mano de tu mano y mirar hacia otro lado cuando vea por la calle, esa misma calle que tanto se acostumbró a vernos caminar juntos, a otras tantas parejas tomadas de la mano, con la ingenua creencia de que su amor será eterno. Misma hermosa ingenuidad que alguna vez compartimos, de creernos diferentes, de creernos que podríamos soportar cualquier tormenta, que nuestro amor era imbatible, y no una farsa para no estar solos, y no un cruel engaño que nos hacia la soledad.
Ahora que de verdad te has ido, habrá que refugiarse en lo que fuimos por miedo de enfrentar lo que ahora soy sin ti, mujer; refugiarse en la nostalgia, reino de los muertos, vino de los pobres, fatídico recurso de los vivos; nostalgia para no volverme loco, para no gritar ser enterrado vivo junto a los recuerdos, única herencia de cuatro años juntos, que ahora se antojan tan notablemente lejanos, tan notablemente inciertos. Nostalgia, tristeza negra que quema las venas y destruye a los hombres.
Y no sé que me impedirá ir cada tarde a los muelles para buscarte en cada barco que llegue al puerto. Y no sé que me impedirá ir a preguntar a cuanta gaviota vea por tus rasgos, por tus señas, por tu voz, por tu cuerpo, por tus manos, por el color oscuro de tus ojos, por esa risa que me contagiaba vida, por años de niña veinteañera , por tus mohines, por la danza de tus pecas por la cara, por la dulzura de mis niñas, por la vida que te has llevado, por mis ojos que me han sido arrancados, por vida que ya no existe más. Ahora que de verdad te has ido, conozco el rostro de la muerte y el morir en las hogueras cada noche. Ahora que se has ido, quiera haber podido aprender a llorar. Y quisiera haberte pedido que ye quedarás. (jesusmarin73@hotmail.com)

No hay comentarios: