sábado, 10 de mayo de 2008

A ochenta años con Carlos Fuentes y a cincuenta de la región más tranparente

Jesús Marín

"Lo que un escritor puede hacer políticamente debe hacerlo también como ciudadano. En un país como el nuestro el escritor, el intelectual, no puede ser ajeno a la lucha por la transformación política que, en última instancia, supone también una transformación cultural."
Carlos Fuentes en un Ensayo para la revista Tiempo Mexicano, en 1972
El once de noviembre de este año, Carlos Fuentes cumplirá ochenta años. Ochenta años de ser uno de los escritores precursores del llamado Boom latinoamericano. Ochenta años de ser el mexicano más cosmopolita, extranjero en su tierra y mexicano universal. Ochenta años tras la búsqueda soñada del Óscar, y por fin, lograr la eternidad literaria a que todo escritor aspira. Ochenta años de literatura, con sus altas y bajas, con su gloria y su contradicción, con genio y con las acusaciones de plagio que pesen en su contra, pero que no han logrado ensombrecerlo ni disminuir su soberbia.
Carlos Fuentes con Octavio Paz, han escrito parte de la historia de la literatura mexicana contemporánea. Y para entender a Fuentes habrá primero que entender a Paz. Fuentes sin Paz no podría existir, literalmente como Tal. Como el Carlos fuentes que habla mejor ingles que español. El Carlos Fuentes de una infancia sin vacaciones por asistir en verano a las escuelas de la ciudad de México para no perder la lengua castellana y aprender la historia de su Patria. El Carlos Fuentes que estudia en Santiago de Chile en el colegio inglés The Grange en tiempos del Frente Popular chileno y de la guerra mundial, que afectan profundamente en su sensibilidad. El Carlos Fuentes viviendo en Buenos Aires a los pocos días de la toma del poder por el general Farrel, que en rebelión contra la educación fascista del régimen militar, se dedica a descubrir el sexo, el tango y la obra de Jorge Luis Borges.
Ese Carlos Fuentes, amado y odiado, mexicano y extranjero, el único que ha sido capaz de escribir sobre México desde la lejanía del destierro voluntario, de la educación en los mejores colegios del orbe, escribir sobre México sin ensuciarse de los zapatos de lodo desde una ventana en París, mirando y aspirando su snobismo con el Sena a sus espaldas. El del delicioso extranjerismo, el exótico, el que este año del 2008, cumple ochenta años de vida. Ochenta años celebrados por el Instituto de Cultura del Estado, con una mesa redonda en el museo de arte Guillermo Ceniceros, con el churrumbel al frente por haber resultado imposible conseguir al mismísimo festejado; con los reflectores alumbrando como le gusta al hombre que fue amado por Ava Gadner, mató a Franco y le enseñó lecciones de filosofía a Sastre.
Mesa redonda con la exquisita Cinthia Quiñones, fina y elegante, con su eterna jerga revolucionaria-maxista-arriba-el-ché, y que esa noche del jueves 24 de abril, tomó como pretexto el cincuenta aniversario de la novela de Fuentes “la región mas transparente “,novela que captura, a decir de la ponente, como nadie, la imagen de la ciudad de las ciudades de Latinoamérica, de la ciudad monstruo, la ciudad de México, la llamada ciudad de los palacios. Y cuyo pretexto le sirvió a la camarada Cinthia Quiñones como una vía para dar a conocer una vez más, lo jodido que estamos en la sociedad actual, al culpa de los gobernates y su corruptelas y un largo etc. demagógico y caduco, para declarar su amor –odio por Carlos Fuentes, que después de no sé cuantas cervezas, acaba siempre en la borrachera hablando del maldito hijo de su madre que tanto desprecia pero que tanto ama. a ese hombre al que las ciudades le crecen por dentro. Y que en su novela “la región mas transparente del aire” captura como nadie a la sociedad mexicana con sus clases y sus tradiciones, con su miedo y su mediocridad. “Y ese miedo del mexicano al vacío, al no saber cual es su origen”.
A cincuenta años todos somos lo mismo, somos hijos de una revolución fallida que no terminamos de superar, con héroes cada vez menos heroicos y eso si, cada vez más nacionales. Una intervención inteligente, con un texto bien escrito, aunado a la dulzura de su juventud, fue lo que abrió la noche, la que que prometía ser la noche de Carlos Fuentes, que la final resultó que Luis Ángel Martínez Diez es en realidad quien aspira a ser nuestro Carlos Fuentes duranguense.
Y no fue la casualidad que Cinthia Quiñones abriera el debate, no fue mero acto de caballerosidad: la mesa completada y complementada por el filosofo en ciernes, ya que un filosofo que se respete no es filosofo hasta cincuenta años después de su muerte: Iván Alvarado, Manuel Salas, Doctor en alguna Universidad de de la mancha de cuyo nombre no se puede acordar nunca, y por el Churrumbel, jefe supremo y mano izquierdoza que gobierna como fascista y cobra como priista. EL orden estaba dado, la mesa partiría por juventudes tempraneras hasta momizas momificadas.
Iván Alvarado, con una voz ocre, plagada de cobrizas nostalgias - quizá por Heggel o Nieztche, retoma el tema, y como todo buen y amargado filosofo, dejó de lado la novela en cuestión, a Carlos Fuentes y se centro en sus muy personales dudas existencialistas, fue clara su obsesión filosófica, a la cual le dio vueltas y vueltas, sin llegar a ningún sitio: ¿qué es lo mexicano? repetía una vez y otra vez, con una voz cansada, con una fatiga crónica, con una voz desde un desértico islote donde se halla prisionero, él y toda la filosofía del mundo heredada por sus tutores germano. “Mexicano es un sueño. Mexicano es el que no se raja. Mexicano es la desgraciada búsqueda de lo que somos. Mexicano es un progreso estancado”. y Vladimir seguía hundido y perdido en las oscuras aguas de la filosofía, y la voz nos llegaba de lejos y la gente poco a poco desapareciendo y la pregunta en su mente, ¿qué es lo mexicano? ,¿qué es lo mexicano? Y esta vez los mariachis no callaron, porque ni Mariachis había.
Finalmente se perdió en una metafísica de la cual ya no pudo escaparse- de la cual se sospecha lleva gran parte de su joven vida tratando de escaparse. y su voz se fue diluyendo entre ruidos y comentarios de los asistentes.
Tocó el turno al nuestro españolete nacido en Nuevo ideal, Manolo, y como siempre, sin dejar su pose doctoral, de doctor sin doctorado, académicamente correcto hasta en la forma en que acomodó su trasero, nos descubre el hilo negro de la noche: a la novela no la hace el autor ni la novela como tal, la hacen sus lectores; asombrados ante tan magnitud de verdad revelada, continúa con una cátedra bastante ilustrativa del momento histórico en que fue concebida la novela, del México de los cincuentas, del llamado milagro mexicano, del gobierno de Miguel Alemán que rompe por fin con los militares en el poder.
Fuentes, afirma Manuel Salas, toma un fotografía exacta y nítida del México de los cincuentas, es como una gran mural, y se pregunta y él mismo se responde: ¿qué le sucedió a la revolución mexicana? sólo sirvió para que en México apareciera los fraccionamientos y el surgimiento de una clase media.
Y segunda noticia asombrosa revelada por el Doctor Salas: Fuentes es un burgués. Un burgués que conoce a Paz ,cuyo maestro compartieron en la figura de Alfonso Reyes. Y sin el notable ensayo de Paz: el laberinto de la soledad, la novela de Carlos Fuentes “la región mas transparente, no hubiera sido concebida en los cincuentas y publicada hasta el 1959.
Carlos Fuentes es un gran muralista orozquista aclama el doctor Salas, ante asombro de propios y extraños, donde pinta y retrata los mexicanos de todas clases, olores, sabores, con el humor y el chascarrillo, con recursos narrativos que rompen esquemas caducos , con la música popular mexicana como personaje, con los giros idiomáticos que el escritor Fuentes maneja y conoce. “Somos la consecuencia de una revolución traicionada y somos la marginalidad que existe hoy en dia” Órale, la frase de la noche en boca de Manolo. “Ser mexicanos no es lo mejor que pudo habernos pasado pero no tenemos otra opción”, terminando su intervención Manuel Salas.
El reciento del Museo Ceniceros lleno, con lo granado y selecto de la cultura localita, uno que otro escritor despistado en busca de sí mismos, periodistas de la fuente, la belleza deslumbradora y alumbrada de Barby, nuestra Barby, los aullidos de lobo hambriento del vítor Hugo al verla y cuasi comérsela con la mirada, la caballerosidad no exenta de langarismo del churru que desciende de la mesa redonda a obsequiarle un librito a nuestra Barby, tan sólo para comprobar que los ángeles sí existen, los flashazos a destiempo.
El interés no tanto en la conferencia ni en los conferencista, mucho menos en sus alegatos y egos desbordados, sino en la promesa de conseguir una ejemplar de la novela festejada, de llevarse un librito de la edición conmemorativa de los cincuenta años de “la región mas transparente”, interés que retenía y aglutinaba al respetable. La botanuca nais en los jardines del recinto, asaltada y saqueada por la perra hambre sempiterna de los gorrones de siempre; las esposas aburridas reclamando la pequeñez de las copas de vino tinto, obligadas a actuar de reinas consortes de sus funcionarios y cultos más no ocultos maridos.
Y ya el escenario, nuestro churumbel, con su sexagenaria sonrisa y su eterna pre-adolescencia nunca superada, y nosotros con el oído listo y el morbo despierto, para ver que vacilada, rebuzno o cosa sabía iba a declamar o reclamar, no se sabe con este español nacido en Durango, con este dandy, como el mismo se ha declarado: ciudadano del mundo y empezó – obvio y predecible- con una lista de similitudes entre el mimo o el mismo, y Carlos Fuentes: que si aquel vivió en Santiago de chile, Argentina, Miami; él estuvo en el Df, Madrid, Barcelona, la Habana, Tucumbú. Que si Carlos fuentes es guapo, él lo es más, que si Carlos Fuentes tiene dos manos , el también, para finalmente declarar que solo alguien que ha vivido fuera de su país puede entenderlo y pudo haber escrito una novela como esa. Por eso él es mas durangueño que el mismo caldillo duranguense.
Y para no variar, como siempre que habla el churru, el protagonista es él mismo, el héroe es él mismo, Crsito super estrella es él mismo; habla de lo grande que es y sigue siendo, de como Carlos Fuentes lo conoció hasta hincarse emocionado por tal suerte, para suerte y encanto del ahora ochentero. Habló de los personajes duranguenses que aparecen en la novela, de cómo nos llamó los “dientes podridos” por el coraje de que un duranguense le dio bajé con una ruca que resultó ser Rita Macedo, pero zacatón y medio hablador que es el Churru no quiso dar el nombre del ganón durangueño que le quitó una vieja a Fuentes y que por eso Fuentes odia a duranguito bello.
Si bien es cierto que Martínez Diez habló de la vida, amores, tragedias, chistes y gracias de Carlos Fuentes siempre lo hizo comparándose y equiparándose con su propia vida, estableciendo un paralelismo sospechoso entre ellos. Y entre tanta parrafada de palabras, diarreas verbales involuntarias, el Churru tiene sus destellos, sus momentos de lucidez: Carlos Fuentes es un gran escritor pero también es un gran escritor, al revés volteado de mí mismo, es decir del propio churumbel que es un gran personaje, de carpa, pero al fin personaje en la tragicomedia de la cultura local.
Carlos fuente es de izquierda dentro de la constitución, y la ausencia de su país lo hizo más mexicano, por eso pudo escribir una novela así, del México de los cincuentas, termina diciendo el Churru, entre ovaciones, flores, y lagrimas de sus subordinados que aplaudieron rabiar como si les dieran aumento de sueldo con cada aplauso.

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